LOS CUENTOS DE HOFFMANN
DE JACQUES OFFENBACH
ÓPERA EN TRES ACTOS CON PRÓLOGO Y EPÍLOGO (1881)
LIBRETO EN FRANCÉS DE JULES BARBIER
BASADO EN CUENTOS DE E.T.A. HOFFMAN
TEATRO COLÓN
ORQUESTA Y CORO ESTABLES
DIRECTOR MUSICAL: Enrique Arturo Diemecke
Director de escena y escenografía: Eugenio Zanetti
Director del coro: Miguel Martinez
Diseño de vestuario: Eugenio Zanetti, Sebastián Sabas
Diseño de iluminación: Eli Sirlin
Coreografía: Irene Martens
Diseño multimedia: Eugenio Zanetti
Función 1 de Diciembre
Elenco
Hoffman: Ramón Vargas
Antonia: Virginia Tola
Olympia: Rachele Gilmore
Giulietta: Milijana Nikolic
Lindorf/Copelius/Miracle/Dapertutto: Ruben Amoretti
Nickñausse: Sophie Koch
Franz/Andre/Cochenille/Pittichinaccio: Osvaldo Peroni
Stella: Gabriela Ceaglio
La voz de la madre: María Luisa Merino Ronda
Spalanzani: Omar Carrión
Crespel: Alejandro Spies
Nathanael: Gabriel Reanud
Hermann: Ernesto Bauer
Schlemil:Emiliano Bulacio
Luther: Christian de Marco
«Autómata» del griego automatos (αὐτόματος) que significa espontáneo o con movimiento propio.
Es Cuentos de Hoffman una ópera autómata? Me fui del teatro pensando en esta idea alocada, en un principio porque el personaje de Olympia, que es un “autómata”, fue desopilante, pero por otro lado en la idea de la puesta: hecha con partes de casi toda la mitología simbólica de occidente por otro lado la idea de la dramaturgia, desde su composición inconclusa, hasta los agregados y cortes alimentan la idea de una ópera que está viva, en constante movimiento.
Eugenio Zanetti se explayó sobradamente componiendo una “fantasie plus en plus”. Con una realización de lujo y detalles de calidad le dio bríos al imaginario de Offenbach. Pero a veces editar estéticamente es difícil, más cuando la obra da para excesos. Bailarines (pero que maravillosas botinetas coloradas tenían! Como ninguna bailarina exigió iguales?! Increíble), figurantes, coro más la escenografía, desde tótems hasta escaleras con movimiento, y, lo que definitivamente sobró (a mi humilde parecer) fue el equipo de filmación y los fotógrafos. Un recurso muy visto, innecesario para esta puesta fantasía. Fueron demasiada lectura visual para ver qué pasa en cada escena. Se perdía el hilo argumental.
Las luces ayudaron a crear los climas del texto y los efectos de humo y las proyecciones enmarcaron las escenas aunque es una lástima que desde la galería no se veían lo que es un problema constante en el Colón (digo, nadie sube a ver cómo se ve más allá del tercer piso?) uno recurre a las fotos para ver toda la puesta en su esplendor.
El vestuario, en especial la elección de algunos géneros no ayudó al movimiento de los personajes que se notaba que estaban incómodos. Las épocas se mezclaban de manera ecléctica (ora carnaval veneciano, ora art decó, ora neo gótico…) y el vestuario dejaba pequeñas pistas de hacia dónde nos movíamos.
Esta nueva producción del Teatro Colón, a todo lujo no deja dudas de que va a ser un nuevo clásico de las puestas listo para ser un producto de exportación.
La orquesta se movió como un personaje más, bajo la batuta del experimentado director. Enrique Arturo Diemecke fue riguroso a la hora de compaginar arias, conjuntos y coro. Muy rápidos los tempos en especial en la Barcarola, este es un momento cumbre de la música y no se notó el clima bucólico y de sensualidad que se evoca en la partitura, fue tan rápido que antes de empezar ya había terminado. Una pena.
El Coro del Colón tiene poco matices, suena en un fortísimo constante. Un bloque vocal que termina desentonando con los solistas; una lástima porque no luce como el personaje que es por sí mismo en esta ópera.
Ramón Vargas fue un solvente y experimentado Hoffmann. Claro en su voz, potente en las líneas, se movió con soltura por el escenario. Disfrutó con el público cada momento en escena en un personaje que está en casi toda la obra llevando el hilo de la acción.
Antonia fue Virginia Tola, que, a mi parecer no tuvo una buena tarde vocal. Si bien en lo actoral me gustó, se la vio apasionada y comprometida con su rol, la voz no sonó con el terciopelo que es habitual en ella. Como profesional uno sale a cantar, aunque no se esté en su mejor día. Creo que lo compensó con más histrionismo escénico.
La que “dio la nota”, fue sin lugar a dudas, Rachele Gilmore, que cantó una Olympia memorable. Para que usted me entienda: canto coloraturas que no solo no están escritas, ni siquiera se pueden poner en el pentagrama! (como dirían en el conservatorio: “se cayó del pentagrama”). Al comienzo no me pareció una voz melodiosa, pero al empezar la parte atlética del aria fue histórico.
Los personajes compuestos por Ruben Amoretti se sostuvieron actoralmente, nada fácil; la voz se escuchaba perfecta y recorría la sala toda.
Osvaldo Peroni compuso personajes que aportaron un poco de simpatía y encontraron su lugar en la puesta atiborrada de gente. La voz, aunque no muy grande de tenor se escuchaba desde los pisos altos.
Sophie Koch fue Nicklausse, un personaje difícil, vocal y actoralmente. Posee un timbre oscuro, justo para el personaje que llevó con soltura sobre el escenario.
Giulietta fue Milijana Nikolic que además de poseer una interesante voz tiene el fisic du rol para el personaje, fue una Giulietta correcta.
Así, entre humo y personajes pasa esta puesta de Cuentos de Hoffmann. Una ópera con mala prensa, larga y hasta sin sentido; mucho trasfondo y, en resumen, la suma de miles de engranajes que hacen de este autómata una máquina que no detiene su movimiento, ni con los cambios de época ni con los cambios de directores o puestistas.
LAURA FERRARINI