LONDON SYMPHONY ORCHESTRA, segundo concierto
Dtor. Sir Simon Rattle
Programa:
ANTON DVORAK Danzas Eslavas 1,2,3,4,7
HECTOR BERLIOZ Sinfonia Fantástica
La segunda colección de Danzas eslavas de Dvorak protagonizó una deliciosa primera parte. La dirección clarividente de Rattle y una proverbial LSO nos trasladaron a un mundo colorista y desenfadado, pero al mismo tiempo rebosante de nostalgia. El impetuoso arranque de la primera danza, a modo de straussiano galop, fue trazado a la perfección por la orquesta, la cual exhibió un sonido brillante y pleno de carácter, pero al mismo tiempo dio una lección de ductilidad en un trío repleto de incontables sutilezas. En la evocadora segunda danza Rattle creó mágicamente una atmósfera de una belleza abrumadora. El trío fue una portentosa exhibición de las cuerdas de la LSO: los rapsódicos violines llenaron con su vehemencia e intensidad el último rincón de la vasta sala del Teatro Colón, mientras que los chelos sonaron como un único instrumento– aportando un aura a la interpretación que pocas veces puede uno encontrar en un escenario. Rattle estuvo igualmente certero en la tercera danza: la más rústica y robusta, pero precisamente por eso más problemática. En la bellísima cuarta, con su impresionista arranque, y la intimista sexta –una polonesa– Rattle anticipó la gracia y elegancia que posteriormente caracterizaría a su Ravel. La quinta danza, mucho más marcial, introduce un carácter más ceremonial en el que Rattle se mostró igualmente inspirado. La enérgica séptima fue de principio a fin un enérgico despliegue de fuegos artificiales que a duras penas el público se resistió a acompañar danzando en sus butacas. Su do mayor final desencadenó una ola de aplausos . Cerando una primera parte de auténtico lujo.
Cuando un trabajo fascinante de este tipo ocupa la primera mitad, existe el peligro de que se reduzcan las recompensas musicales en la segunda mitad. Aunque no aquí. Lo que luego se conoció más comúnmente como Symphonie fantastique fue denominado por Berlioz «L’Épisode de la vie d’un artiste».Es el mundo interior de la imaginación, con sus secuencias poderosas y alucinantes, lo que necesita ser el centro del escenario, en lugar del deseo de reproducir una pieza de orquesta. Solo tengo una reserva con respecto a la recreación de Rattle de esta fantasmagoría brillante. Berlioz era lo suficientemente joven para el Reinado del Terror y su interminable procesión de tumbrils que oscureció las calles de París para tener resonancia. Si la «Marche au supplice» no enfría completamente la médula ósea, algo está mal. En las manos de Rattle esto sonaba más como una corte medieval y toda su comitiva desfilando por las calles a los gritos de aclamación de las masas. En la forma en que algunos conductores aún consideran el final de la Quinta Sinfonía de Shostakovich como una expresión genuina de triunfo,
Sin embargo, Rattle apenas pone un pie mal en los otros movimientos. La apertura creó un perfecto sentido de anticipación antes de que la sección de Allegro se activara, las cuerdas silenciosas se escucharon, por así decirlo, desde detrás de una cortina de gasa. En «Un bal», el suave chasquido de los vestidos de baile que atravesaban la pista de baile producía pequeñas corrientes de aire alrededor de las texturas orquestales, las dos arpas añadiendo su propio brillo festivo, el brillo y brillo del sonido orquestal, absolutamente convincente. La siguiente «Scène aux champs» está marcada como Adagio, pero si se toma demasiado despacio puede desmoronarse fácilmente. Rattle mantuvo la atención durante todo el tiempo, respaldada por un solo cor-anglais bellamente enfocado hasta el más mínimo susurro de cuerdas al final. También había mucho que admirar en «Songe d’une nuit du sabbat»: el gruñido y el gruñido de los contrabajos, el col legno de las cuerdas superiores como tantos petardos, el picor idiomático del viento, el impresionante poder de El latón y no menos importante los timbales titánicos.
By BATTAGLIA