Textos Juan Carlos Rubio, Marina Seresesky, Clarice Lispector.Elenco; Juana Viale. Bailarines: Nicolás Baroni, Rodrigo Bonaventura, Emiliano Pi Álvarez,Andrés Rosso. Asistente artístico en escena: Gonzalo Arancibia. Voces en off: Juana Viale
Nicolás Baroni, Emiliano Pi Alvarez, Mariana Abbas. Música original Mariano Marín, Carlos Pérez Ortega. Diseño y puesta de sonido Pablo “El Ruso” Aidelman. Diseño de iluminación y adaptación Nicolás Fischtel. Adaptación de iluminación CTBA Adrián Grimozzi. Diseño de vestuario Chevi Muraday, La Polilla. Diseño de escenografía Curt Allen Wilmer y Estudio DeDos (AAPEE). Adaptación escenográfica Vanesa Abramovich. Dirección actoral Eduardo Gondell. Producción Club Media Tomás Bru. Diseño de coreografía, dirección general y artística Chevi Muraday. Teatro: Regio. Nuestra calificación: buena
En el Teatro Regio, Juana Viale se convierte en la médula de “Juana”, una propuesta que se sumerge en las vidas de cinco mujeres históricas de nombre homónimo: la Papisa Juana, Juana de Arco, Juana la Loca, Sor Juana Inés de la Cruz y Juana Doña. Bajo la dirección y coreografía de Chevi Muraday, esta obra ambiciosa entrelaza danza, performance y teatro en un intento de capturar las luchas, silencios y voces revolucionarias de estas mujeres, que, a lo largo de la historia, pagaron con olvido o persecución su resistencia a las normas.
La puesta en escena se presenta como un “éxodo emocional” que, según su autor Juan Carlos Rubio, «no parte de la razón sino de las vísceras». Este enfoque visceral se traduce en una serie de cuadros coreográficos y dramatúrgicos bellamente ejecutados que, sin embargo, sufren de cierta confusión narrativa. La producción mezcla referencias literarias de escritores tan variados como George Bernard Shaw, Clarice Lispector y el Antiguo y Nuevo Testamento. Sin embargo, este caleidoscopio textual termina por entorpecer la coherencia del relato, generando un efecto de “puzle” que a menudo queda sin ensamblar, lo que exige del espectador una enorme concentración para captar su esencia.

Foto, Carlos Furman
El elenco, compuesto por Juana Viale y los bailarines Nicolás Baroni, Rodrigo Bonaventura, Emiliano Pi Alvarez y Andrés Rosso, despliega en 80 minutos una estética cautivadora que enaltece la obra en el plano visual. Los cinco, cuatro hombres y una mujer, articulan figuras de grupo que oscilan entre la serenidad y la violencia, logrando una belleza plástica evidente que es acentuada por el diseño de iluminación de Nicolás Fischtel y el elegante vestuario negro, rojo y crema diseñado por Muraday y adaptado por La Polilla. La escenografía, sobria y efectiva, firmada por Curt Allen Willmer y adaptada por Vanesa Abramovich, respalda cada cuadro con una sencillez que resalta la corporeidad y emoción del elenco.
Musicalmente, la obra se apoya en una banda sonora ecléctica compuesta por Mariano Marín, que oscila entre lo etéreo y lo
disonante, subrayando la intensidad y los conflictos de estas figuras femeninas, sometidas a los designios patriarcales y, en muchos casos, abocadas a un trágico final. Sin embargo, esta intensidad emocional no logra sostenerse a nivel dramatúrgico. Aunque el texto cuenta con la firma de reconocidos escritores los diálogos parecen carecer de una columna vertebral sólida, presentando una serie de episodios que, en ocasiones, se sienten inconexos.
Aun con las carencias estructurales, algunos de los momentos alcanzan una profundidad conmovedora. La escena de Juana de Arco revive el interrogatorio del inquisidor en un juego de tensiones desgarradoras; la Papisa Juana da a luz en una plaza llena de furia y repudio; Juana la Loca transita su dolor por la muerte de Felipe el Hermoso en un desahogo que brota de las entrañas. No obstante, la obra se diluye al insistir en abarcar tanto sin una estructura clara que cohesione estos pasajes.
“Juana” es, en última instancia, una apuesta atrevida y visualmente poderosa que pone de manifiesto la osadía de Juana Viale y el equipo creativo. Aun así, la confusión del guion y la falta de coherencia dramática debilitan el impacto de esta evocación a las luchas femeninas. Con una estética cautivadora, la producción triunfa en el plano visual, pero deja en el aire una pregunta crucial: ¿podría el poder de estas grandes “Juanas” haberse contado con una claridad que no sacrificara su esencia?