Autor: Jordi Garcelan Elenco: Leonora Balcarce, Mara Bestelli, Laura Novoa y Romina Richi Adaptación: Daniel Cuparo Diseño de luces: Matías Sendon Diseño Escenográfico: Rodrigo Gonzales Garillo Dirección de vestuario: Micaela Sleigh Dirección Técnica: Marcelo Cuervo Asistente de Dirección y Stage Manager: Gabriel Baigorria Dirección: Mariana Chaud Producción General y Dirección Artística: Diego Romay TEATRO METROPOLITAN (Avda. Corrientes 1343) DÍAS Y HORARIOS DE FUNCIONES : jueves a las 20 horas, viernes a las 19 horas, sábado a las 20 horas y domingo a las 19 horas Nuestra calificación: bueno
Jordi Galceran, el arquitecto de éxitos comerciales como «El Método Grönholm» y «El Crédito», ha decidido aventurarse en nuevos territorios con «FitzRoy», una comedia que promete llevarnos a las alturas… del tedio más absoluto. Esta obra, presentada con bombo y platillo como una emocionante travesía a la cima de los Andes, se convierte rápidamente en un espectáculo de comedia que se hunde en el abismo del aburrimiento.
Imaginen la escena: cuatro escaladoras, supuestamente las mejores habiles y profesionales, se disponen a conquistar una ruta jamás pisada por mujeres. Una premisa que podría habernos ofrecido una historia llena de desafío y coraje, pero en lugar de eso, nos encontramos con una trama donde lo más emocionante es el té que toman o el «porro» que se habla, y la urgente necesidad de un “mate con bizcochitos” para acompañar los frutos secos que parecen ser el verdadero motor de la aventura. La alta montaña, que debería ser el escenario de una épica ascensión, se convierte en el telón de fondo de una reunión de chicas que hace que las tertulias de barrio parezcan odiseas.
Galceran, en su afán por arrancar risas, nos regala un «juego infantil» que consiste en una serie de diálogos sobre penes y otras partes masculinas. Un recurso cómico que, aunque podría haber tenido su gracia en pequeñas dosis, se despliega con tal exceso que termina siendo tan divertido como una clase de aritmética avanzada. Las actrices, intentando salvar los diálogos insulsos con una gestualidad exagerada, solo logran acentuar la desconexión entre el humor pretendido y un público que, si no está completamente distraído, probablemente esté contando los minutos para que el calvario termine. Eso sí, alguna que otra puñalada en estas «relaciones humanas» nos recuerda, vagamente, a los clásicos duelos de «brujas».
Cada protagonista encarna un estereotipo tan marcado que uno se pregunta si estamos viendo una comedia o una clase de caricatura. Katy (Mara Bestelli), la jefa descreída de la expedición, lucha por mantener su credibilidad en medio de un guion que parece diseñado para poner a prueba la paciencia de cualquiera. Julia (Laura Novoa), la financista del viaje, parece estar allí solo para llenar minutos, mientras que Anna (Romina Ricchi), la casada parlanchina, y Laura (Leonora Balcarce), la joven ansiosa por pasar por el quirófano, completan un elenco que, en su intento de ser gracioso, se vuelve predecible y agotador.
La dirección de Mariana Chaud es, sin duda, una obra maestra… de cómo estirar cada chiste hasta romperlo. Chaud parece empeñada en exprimir hasta la última gota de humor de situaciones que ya de por sí son insostenibles, creando un espectáculo prolongado donde actrices y público quedan atrapados en un bucle cómico del que no hay escapatoria. Es un logro en sí mismo, si consideramos que ha conseguido convertir lo que podría haber sido una comedia ligera en una maratón de humor de bajo calibre.
El esfuerzo de las actrices es innegable, pero lamentablemente, su talento se desperdicia en una obra que no está a la altura de sus capacidades. Bestelli, Novoa, Ricchi y Balcarce se entregan con una energía que merecería un guion más sustancial, pero que aquí se pierde en un mar de clichés y chistes que ya no sorprenden a nadie.
Galceran, que alguna vez nos deleitó con su ingenio teatral, nos entrega ahora «FitzRoy», una obra que se arrastra lejos de la genialidad de sus trabajos anteriores. Quizás en Barcelona el original funcione, pero aquí, la adaptación de Daniel Cuparo se queda corta, y el éxito de la obra depende únicamente del esfuerzo titánico de cuatro actrices que sudan la camiseta y de una dirección valiente, aunque apenas tolerable. La escenografía, por más interesante que sea, no puede ocultar el hecho de que estamos presenciando una obra que confunde altura con profundidad.
En resumen, «FitzRoy» es una montaña de promesas incumplidas, donde la falta de oxígeno en la cima solo es superada por la falta de sustancia en el guion. Una lástima para el talento de estas cuatro valientes actrices y para una dirección que, aunque ágil, no puede salvar a una obra que nació condenada al aburrimiento.