Festival Argerich (1): un rendez-vous à la française entre Martha, el director Charles Dutoit y la OFBA

0
1151

La inauguración del Festival dedicado a Martha Argerich en el Teatro Colón es un poco más que un encuentro musical de gigantes entre la célebre pianista virtuosa y el prestigioso director de orquesta suizo Charles Dutoit, quien en esta ocasión dirige la OFBA.

Director con una larga y distinguida carrera en todo el mundo en su haber, lamentablemente empañada recientemente por acusaciones de abuso sexual, Charles Dutoit es también el ex esposo de Martha Argerich, con quien estuvo casado de 1969 a 1973. Esta relación particular entre estas dos figuras mayores de la música clásica reflejan, sobre el escenario, un entendimiento mutuo de tal agudeza que desemboca en una benéfica complicidad en la interpretación de uno de los títulos favoritos de la ex pareja, el célebre Concierto para piano y orquesta en sol mayor (M. 83) de Maurice Ravel.

Argerich en el País de las maravillas

Fue en 1959 cuando Charles Dutoit y Martha Argerich interpretaron y grabaron juntos por primera vez este mismo Concierto de Ravel. Es decir hasta qué punto esta obra es emblemática, para ellos y su público, de una relación musical que se ha iniciado una y otra vez. Acompañados por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, los dos interpretan una vez más esta pieza sin partitura frente a ellos, como si Ravel compartiera parte de la intimidad artística y, más allá, personal de este extraordinario dúo. Nos sorprende escuchar una OFBA que suena diferente, la autoridad de Charles Dutoit y su maestría son tales que reflejan la expresividad de cada familia de instrumentos de una manera muy palpable. En una ósmosis estilística, la delicadeza de los matices de la dirección de la orquesta impresiona desde el primer movimiento y encuentra eco en las manos de Martha que, acariciando su teclado tanto como lo tocan, desarrollan también un sentido innato y un matiz increíble, la firmeza de la mano derecha encuentra en el carácter fluido de la mano izquierda una forma inusual de equilibrio.

El segundo movimiento destaca aún más las cualidades intrínsecas de la interpretación de Martha en el registro de la languidez, una languidez solitaria en busca de acentos líricos. La ejecución y las circunvoluciones del pianista son entonces tantas atenciones infinitas como si las manos que las esculpieron presidieran un destino, no el del ejecutante o de la pieza que se ejecuta sino, más generalmente, el de la música misma, mientras las líneas melódicas angélicas y celestiales de la flauta traversa de la orquesta arrullan al público en un raro momento de ingravidez que es casi vertiginoso.

Fotos gentileza: PRENSA TEATRO COLÓN / ARNALDO COLOMBAROLI

El 3er movimiento se anuncia, para Martha Argerich, como una competencia de un tecnicismo muy alto de una mano en comparación con la otra. El virtuosismo del solista en acción no es una palabra vacía, mientras que la orquesta también toca otra forma de virtuosismo: la plasticidad de la OFBA se pone plenamente al servicio de sus cualidades dinámicas. En efecto, el público asiste a una suerte de sectorización de la orquestación que saca nuevos colores, jugando con contrastes muy esclarecedores sobre la propia partitura y las intenciones de un Ravel como pocas veces han sido reveladas.

Después de una larguísima ovación, Martha Argerich y su nieto interpretan un bis en un dúo de piano con «Laideronnette: Impératrice des Pagodes», extracto de Mi Madre la Oca del mismo Maurice Ravel, con atención y deleite mutuos.

La 4ª dimensión de la Sinfonía Fantástica

Desde el merveilleux raveliano adaptado de Charles Perrault hasta el fantastique de Berlioz inspirado en Charles Nodier y E.T.A. Hoffmann, solo hay un paso. Este rendez-vous con la música francesa tiene también como punto de unión, entre Berlioz y Ravel, una cierta idea de orquestación, ambos compositores, cada uno en su tiempo, habiendo innovado en este campo.

La Sinfonía Fantástica (Op.14) de Hector Berlioz es un desafío, incluso para un director eminente como Charles Dutoit. El cuerpo a cuerpo que impone a su orquesta se deriva de una dirección adonde cuyos gestos y movimientos corporales, a veces oscilantes y ondulantes, a veces más envolventes, expresan más el espíritu que la letra de la partitura, en particular para el 1er y 3er movimiento de la obra. Lo que llama la atención en la visión de Dutoit de la sinfonía de Berlioz es su capacidad para manejar efectos de contraste y color (instrumentos de percusión y metal en particular), de tal manera que transmite la sensación de «extrañeza inquietante» como dice Freud (Unheimliche no tiene estricto equivalente en español), que supuestamente sale de escuchar la Fantástica. En otras palabras, si el juego de volúmenes muy preciso liderado por Dutoit da toda su plenitud a las tres dimensiones de la gran sala del Colón, es precisamente este alma extra en los contrastes y los colores la que forma esta 4ª dimensión y engloba a las otras en un estallido que expresan toda la dimensión del frenesí romántico.

Fotos gentileza: PRENSA TEATRO COLÓN / ARNALDO COLOMBAROLI

Este rendez-vous à la française de especial éxito marca la apertura de este Festival Argerich que se desarrolla bajo los mejores auspicios, el público reiterando sus vítores de satisfacción hacia todos aquellos que han contribuido a hacer de esta velada un concierto que sin duda quedará por siempre en los anales del Teatro Colón.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí