Idea, puesta en escena y dirección de Pablo Gorlero, libro, letras y coaching actoral de Luis Longhi, música y dirección musical de Juan Ignacio López
Elenco: Sofía Almuida (Zully Moreno), Lucía Andrada (Libertad Lamarque), Agustina D´Angelo (Tita Merello), Jimena Gonik (Fanny Navarro).
Coreografía: Marina Svartzman Coach vocal: Natalia Mouras
Escenografía: Vanesa Abramovich Vestuario: Alejandra Robotti
Diseño de luces: Eli Sirlin Diseño de magia: Alejandro Casavalle
Diseño multimedia: Carolina Jaureguiberry
Producción ejecutiva: Elida Mohana
Asistente de dirección: Julieta Sorrentino
Maquillaje y pelucas: Guillermina Fernández
Diseño gráfico: Agustín Iannone
Fotografía: Fiorella Romay
Realización de escenografía: Claudio Biancuzzo
La magia del teatro es indiscutible, ese momento en donde los protagonistas quiebran la famosa “cuarta pared” a través de un texto que consigue emocionar al espectador. En este caso vamos a hablar de “ETERNIDADES, té póstumo en hall de cine” no solamente se vive la entrega en la interpretación apoyada en un texto logrado, sino que la fibra emocional de la obra es el recuerdo que nos genera al público mayor de los 40 y tantos años de la familia en la que nos criamos.
¿Pero Uds. me pueden decir, cómo es esto? Pues muy sencillo, nuestro cine nacional con sus estrellas fue nuestro compañero en la mesa cotidiana través de un televisor en blanco y negro o en la sala de cine del barrio. ¿Quién no recuerda la música fulgurante con la estrella de Argentina Sono Film o el golpe de gong de Lumiton?… Remembranzas que como bien indiqué, llevan a esos escenarios de antaño.

La obra que se centra en un encuentro “estelar” de figuras de la talla de Zully Moreno, Tita Merello, Libertad Lamarque y Fanny Navarro. Un paraíso soñado en donde esas actrices relatan parte de sus vidas con sus miserias, éxitos, y sobre todo sus miedos.
Escuchar el soliloquio de Fanny Navarro sobre el olvido provocado por su “activo peronismo y amistad con Evita” que la lleva a enfrentarse trágicamente con la muerte de Juan Duarte, hace que uno considere que nada cambie, que la vida artística y la política suelen ser enemigas, que causan dolor u ostracismo ante el público de un partido u otro.
Tita, la gran “Merello” con su arrabal y “yeca” transita el recuerdo del amor con Sandrini, su elección de camino entre ambos por la elección de un partido político. Una Pasionaria de la vida que siempre recordamos por la verdad de su palabra sin filtro.
Zully Moreno, la “diva del teléfono blanco”, esa actriz que en nuestro recuerdo siempre será aquella imagen celestial al entregar sus joyas en ” Dios se lo pague” a Arturo de Cordova. Su gran dolor ful el no permitírsele envejecer ante las cámaras, teniendo que optar por el retiro al tener una holgada posición económica al casarse con el director Luis Cesar Amadori.
Por último, Libertad Lamarque, la única públicamente no peronista, que por su hecho mítico nunca cierto el “cachetazo a Evita”, la llevó al exilio a México, en donde se convirtió en una star que llegó a eclipsar a una Dolores del Rio y a tantas otras del país azteca.
Mujeres con historias profundas que en la idea y dirección del Mtro. Pablo Gorlero renacen en la escena en un dream team interpretativo a destacar: Agustina D’Angelo (Tita), Sofia Almuina (Zully), Jimena Gonik (Fanny), Lucia Andrada (Libertad).
Pero esta obra posee un agregado que la hace ideal, es una comedia musical en donde el libro y las letras hábilmente realizadas por Luis Longhi combinan perfectamente con la música de Juan Ignacio Lopez. Estos aditamentos junto a la coreografía creada por Marina Swartzman y el vestuario de época de Alejandra Robotti recrean los tiempos de estas estrellas nacionales.
Como indiqué, mis amigos en esta breve crónica, la emoción se palpita a pleno, las voces en sus armonías denotan un trabajo de coach vocal (Natalia Mouras) que sabe distinguirlas en sus timbres tan particulares. Gorlero supo sacar de cada una de sus protagonistas sus líneas personales en posiciones gestuales, llegando a producirse el fenómeno de identificación.
Una obra que para este crítico de casi 60 años, fue volver a recordar y a vivenciar el hogar, esos momentos en donde nuestro cine con sus estrellas era nuestro divertimento. Esas “míticas estrellas” que marcaron tiempos de nuestra historia nacional y personal. Una obra que bien vale decir…Pucha que vale la pena estar vivo, pues uno las acompañó desde la butaca o en encuentros personales, y que por siempre estarán en nuestra memoria.