Autoría: Mario Diament Actúan: Ernesto Claudio, Jean Pierre Noher Voz en Off: Gabriela Licht Diseño de vestuario: Daniela Taiana Diseño de escenografía: Héctor Calmet Diseño de luces: Miguel Morales Realización de escenografia: Paula Molina Realización de vestuario: Volodymyr Hlavadskyy Musicalización: Jean Pierre Noher Fotografía: Gianni Mestichelli Diseño gráfico: Nahuel Lamoglia Asistencia de dirección: Christian De Miguel Prensa: GarBo Prensa Producción ejecutiva: Mauro J. Pérez, Alberto Teper Dirección: Daniel Marcove
Estamos en Viena en 1975 en el Centro de Documentación dirigido por Simon Wiesenthal, el ya célebre «cazador de nazis» que espera ansioso una visita inusual: la de Alfred Speer, quien fuera Ministro de Armamento del régimen de Hitler y presuntamente la persona quizás más cercana al Führer y tal vez su único amigo.
Speer ha cumplido su condena tras haber sido juzgado en Nuremberg: veinte años en solitario en la prisión de Spandau dónde ha escrito sus memorias, en las cuáles se defiende con los mismos argumentos que en el juicio: él era sólo un funcionario eficiente, un arquitecto visionario que iba a cumplir el sueño de Hitler de la nueva ciudad capital del Tercer Reich sobre los escombros de Berlín, pero que no estaba al tanto de los horrores de los campos de concentración y del genocidio sufrido por los judíos.
Él es un «buen nazi», un hombre talentoso y creativo que había quedado fascinado e hipnotizado como el resto de los alemanes por la oratoria y el carisma de un hombre que prometía la grandeza para Alemania, pero como tantos otros había cumplido con su deber, era inocente de crímenes mayores, ya había cumplido su condena y ahora vivía oscura y tranquilamente en un modesto retiro.
Entre ambos hombres -encarnados magníficamente por Jean Pierre Noher y Ernesto Claudio- el autor de la pieza Mario Diament imagina un duelo dialéctico fascinante. Los dos son inteligentes, corteses, amables, pero poco a poco Wiesenthal logra mediante preguntas casi casuales e inocentes y la ayuda de una carta reveladora quebrar la fachada casi inexpugnable de Speer y lograr que reconozca que sí sabía lo que estaba pasando. El «buen nazi» no existe, es una construcción que permitió a muchos alemanes seguir adelante en una especie de voluntario olvido colectivo.
La obra maneja con solvencia diálogos y silencios, se permite alguna nota cómica e irónica y el texto es de tal calidad que mereció el Premio Ace 2023, tres nominaciones al Estrella de Mar y el Premio Luisa Vehil a su director de escena Daniel Marcove. Los actores son espléndidos. Noher se presenta descontracturado, sagaz, su cordialidad nunca parece falsa sino espontánea mientras va acorralando a su contrincante que, encarnado con un preciso physique du rôle por Ernesto Claudio, comienza mostrándose seguro de sí mismo, pero cauteloso y reticente hasta el final, dónde se retira de escena derrotado e invadido por gestos y tics involuntarios ante la admisión de su culpa.
Pero todavía hay algo más. Mientras los actores se retiran en una pantalla se nos cuenta que Wiesenthal, luego de esa entrevista visitó a Speer en su casa de Heidelberg. La obra toma entonces un vuelo mayor, nos quedamos pensando, hubo cordialidad, una simpatía natural y humana entre estas dos personas de ambos lados del horror? Víctima y verdugo pudieron acercarse? Los monstruos siempre despiertan curiosidad? Wiesenthal era capaz de un perdón generoso? Esos interrogantes nacen de esta obra sumamente recomendable que sigue su exitoso camino en el Teatro Metropolitan, los domingos a las 17 horas.