CUARENTENA viendo «LOS AÑOS MÁS BELLOS DE UNA VIDA (Les plus belles années d’une vie, 2019)» de Claude Lelouch

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 “Los años más bellos de una vida son aquellos que todavía no hemos vivido”
Victor Hugo

                                                                                                           Los años mas bellos de una vida

                                                                                                            Film 49 de Claude Lelouch 2019

 

                Cuarentena, noche de sábado, sentarse y dejarse llevar. Leer una cita y escuchar una canción. Emocionarse y tener ganas de llorar. Sentir el inevitable paso del tiempo. Y saber que aquellos años fueron bellos, pero estos esconden otras vivencias. Explicar lo inexplicable. La química de dos rostros. Oír unos versos de Boris Vian. Dos miradas, dos sonrisas, dos gestos (retirar el pelo del rostro)… en 1966 y en 2019. Los mismos movimientos que uno reconoce en el otro, pero con más experiencias vividas. Recuerdo y olvido… y un presente. Correr veloz con un coche: atravesar París para llegar a una cita. Cometer locuras con un dos caballos. Estar dispuesto siempre a la huida. Una película que se convierte en poema.

“Los años más bellos de una vida son aquellos que todavía no hemos vivido”, escribió Víctor Hugo. Aunque estés rozando el momento de abandonar la vida. Aunque te cueste moverte. Aunque no sepas dónde estás. Aunque solo te quedes con algunos recuerdos y unos versos. Aunque te sigas enamorando una y otra vez. Claude Lelouch perpetua la vida de dos de sus personajes. Aquellos que protagonizaron Un hombre y una mujer y se enamoraron al son de la melodía de Francis Lai. Ahora son dos ancianos. Él está en una residencia y apenas retiene los recuerdos, se aferra a un rostro del pasado. Ella sigue la vida apacible, con algún que otro sobresalto, al lado de su hija y su nieta. El hijo de él piensa que no sería mala idea que ella fuese a verlo. Y entonces surge la posibilidad de seguir viviendo más años bellos, aunque sea en sueños, en la imaginación o quizá todo sea real.

Los rostros de Jean-Louis Trintignant y de Anouk Aimée surcan el tiempo. Dejan ver las huellas. Y son tan bellos ayer como hoy. Y Claude Lelouch rescata la vida de sus personajes, pero también deja una huella de la suya en una historia de ficción, en una pantalla de cine. El cine y la vida, la vida y el cine, a veces, se funden y crean poemas visuales. El director en una entrevista hermosa de El Cultural cuenta cómo surgió la idea central de la trama. De su propia experiencia. Recuerda su relación profesional y sentimental con la actriz Annie Girardot (imposible olvidarla en Rocco y sus hermanos) y cómo esta sufrió alzheimer y solo recordaba a Lelouch, y entonces la hija de Girardot fue a verlo para pedirle que visitara a su madre. Y qué sensaciones le provocó el encuentro. A partir de le experiencia vivida nace el encuentro entre Jean-Louis y Anouk delante de las cámaras, y la importancia de un gesto y la esperanza de una huida.

De fondo las voces de Nicole Croisille y Calogero cantando a esos años bellos de la vida. Y todo son encuentros, una hija y un padre; dos niños que ahora son adultos; un hombre y una mujer que se amaron… Y un coche que nunca deja de rodar, sea de carreras o tenga solo dos caballos. Y la historia no termina. Un atardecer y la posibilidad de vislumbrar un rayo verde. No quiero que termine…

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