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Dramaturgia: Los Macocos y Mariana Chaud. Directora: Mariana Chaud. Elenco: Los Macocos (Daniel Casablanca, Martín Salazar, Gabriel Wolf y Marcelo Xicarts). Escenografía: Ariel Vaccaro y Paola Delgado. Iluminación: Eli Sirlin. Vestuario: Analía Morales. Coreografía: Luciana Acuña. Música original: Los Macocos y Tomi Rodriguez. Sala: Casacuberta, del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530). Funciones: de miércoles a domingos, a las 20:30. Nuestra opinión: muy buena.
A ver, seamos claros desde el inicio: ¡Chau, Macoco! es una misa negra con pelucas, tacos y caderas que crujen. Es un funeral feliz, una biografía falsificada y un delirio coreografiado con precisión suiza. En su cuarenta aniversario, Los Macocos no hacen un homenaje: hacen un velorio donde el muerto se levanta, baila, se cambia de ropa y se ríe del ataúd.
La obra comienza con una premisa que haría temblar a la mismísima Chiqui González: los cuatro Macocos han fallecido, y sus respectivas viudas –interpretadas por ellos mismos, travestidos como si fueran cuatro tías de barrio que acaban de salir del bingo– se reúnen para cumplir su última voluntad: tirar sus cenizas en el escenario del San Martín.
Desde ahí, el espectáculo se va por todos los caminos… y ninguno. Hay recuerdos reales, inventados, sueños de vidas alternativas, clases de teatro absurdas, giras por países insólitos, canciones, coreos, y una cantidad de pelucas que podría abastecer a toda la programación de Telefé en los ‘90.
Y ahí están ellos, los impasables, los eternos: Salazar, Casablanca, Wolf y Xicarts. Capaces de pasar del sketch al existencialismo sin quitarse la media de red ni el rimel corrido.
¿Momentos gloriosos? Muchos.
👉 El “bichito del teatro” con un Xicarts en éxtasis místico.
👉 El profesor insoportable que hace Salazar, digno de ser declarado Patrimonio Hostil de la Humanidad.
👉 Las viudas llorando con saña, con fuerza y con dramatismo digno de telenovela venezolana.
¿Es prolijo? No.
¿Es elegante? Tampoco.
¿Tiene sentido? Más o menos.
¿Es divertidísimo? Como pocas cosas en la cartelera actual.
Porque en un mundo de obras que se creen importantes por ser tristes, ¡Chau, Macoco! reivindica el poder del chiste bien puesto, del disfraz sin vergüenza, del teatro como juego eterno.
Y ahora, aparece el Dr. Merengue, con sus zapatos lustrados y su veredicto sin anestesia:
«Señores, si esto es la muerte del teatro, que me entierren esta misma noche con peluca rubia y labios rojos. ¡Qué gusto da ver artistas que no se toman en serio ni para morirse!»
La dirección de Mariana Chaud logra algo heroico: no encorsetar a Los Macocos, sino darles una pista de aterrizaje donde sus delirios no se estrellan.
La puesta en escena –con el impecable combo Vaccaro-Delgado-Sirlin-Morales-Acuña– acompaña con agilidad y sentido estético este aquelarre de carcajadas. La música, con autoría compartida entre el grupo y Tomi Rodríguez, subraya sin aplastar.
¿Es un poquito larga? Sí.
¿Podría tener menos nostalgia? También.
¿Importa? En lo más mínimo.
Esto es una fiesta. Un acto político con brillantina. Una despedida que es en realidad una resurrección.