AIDA, ópera en cuatro actos – Música: Giuseppe Verdi – Libreto: Antonio Ghislanzoni – Edición histórica de 1913 – Director: Daniel Oren – Reggista: Gianfranco de Bosio – Choreography: Susanna Egri.
Elenco:
Il Re: Giorgi Manoshvili – Amneris:Ekaterina Semenchuk – Aida: Maria José Siri – Radames: Gregory Kunde – Ramfis: Alexander Vinogradov – Amonasro: Youngjun Park – Mensajero: Riccardo Rados – Sacerdotisa: Francesca Maionchi.
Primeros bailarines: Eleana Andreoudi, Denys Cherevychko, Giacchino Starace – Orquesta, Coro, Danza y Técnicos de la Fundación Arena de Verona – Maestro del Coro: Roberto Gabbiani – Coordinador de Danza: Gaetano Bouy Petrosino. Nuestra calificación: excelente
La producción escénica de 1913 de Aida regresa este año a la Arena de Verona, una de las puestas más icónicas de la historia de la ópera. Bajo la dirección del maestro del teatro italiano, Gianfranco de Bosio, esta versión se inspira en los bocetos del arquitecto Ettore Fagiuoli, creados para la primera presentación de Aida en la Arena el 10 de agosto de 1913, a pedido de Giovanni Zenatello y Ottone Rovato. Además, sigue los arreglos escénicos originales que el propio Verdi supervisó para el estreno italiano de 1872, logrando una recreación histórica impresionante. Con su grandiosidad escenográfica y su fidelidad al Egipto faraónico, la producción de Aida 1913 se alza como un festín visual y auditivo que, bajo los cielos estrellados de Verona, transporta al público a una época dorada de la ópera.


Fotos, gentileza Fundación Arena de Verona
Las voces solistas brillaron en esta velada mágica. Gregory Kunde ofreció un Radamés imponente, con una interpretación apasionada que resonó en todo el anfiteatro. Su voz de tenor, poderosa y emotiva, capturó la esencia del guerrero conflictivo, destacándose especialmente en su aria «Aida celeste», donde demostró su dominio vocal, aunque sacrificando el diminuendo final.
María José Siri como Aida fue otro de los momentos destacados. La soprano uruguaya dio vida al personaje con una mezcla de fuerza y sensibilidad, cautivando al público con su «O patria mia». A pesar de algunos momentos donde la voz pareció endurecerse, Siri logró transmitir la tragedia de Aida con un lirismo genuino, especialmente en el dúo final, donde su canto fue delicado y conmovedor, demostrando su gran control vocal en un escenario tan vasto como la Arena de Verona.
Sin embargo, la verdadera estrella de la noche fue Ekaterina Semenchuk como Amneris, cuya actuación fue sublime. Su voz potente pero llena de matices transformó al personaje en la verdadera protagonista de la ópera. En cada escena, Semenchuk encarnó la desesperación y autoridad de Amneris con tal precisión que opacó al resto del elenco. Su interpretación en la escena del juicio fue monumental, coronada con un agudo final que estremeció la Arena.

Foto, gentileza Fundación Arena de Verona
Por su parte, el barítono Youngjun Park, en el rol de Amonasro, exhibió una voz firme y resonante, con una belleza tonal que aportó una presencia dramática significativa al personaje, así como también, Alexander Vinogradov en el rol de Ramfis.
La dirección musical de Daniel Oren fue simplemente impecable. Con su característico dominio de la orquesta, Oren mantuvo una perfecta sincronía entre músicos y solistas, resaltando los matices emocionales de la partitura de Verdi. Cada crescendo, cada silencio, fue manejado con una precisión casi quirúrgica, llevando al público por una montaña rusa de emociones, desde la euforia hasta la más profunda tristeza.
Y así, finalmente, se volvió a la tradición, la Arena de Verona ha decidido dejar atrás los experimentos escénicos del centenario —esos que parecían más apropiados para una discoteca que para el Egipto faraónico—, con sus puños alzados y sus láseres. Aida regresó a su esencia: un Egipto monumental, con pirámides majestuosas y esfinges imponentes, como debe ser. La Arena de Verona volvió a vibrar con la grandeza faraónica que Verdi soñó, demostrando que, a veces, el regreso a lo clásico es el verdadero avance.