miércoles, 24 de diciembre de 2025
30.1 C
Buenos Aires

El Cascanueces: Bogani deslumbra, el ballet obedece

LECTURA RECOMENDADA

Clara VON HAAS
Clara VON HAAS
Clara Von Haas – Psicóloga & Musicóloga, especializada en los vínculos entre percepción, emoción y experiencia estética. Divide su residencia entre Alemania y Argentina, donde desarrolla una intensa actividad profesional en ambos países. Como investigadora y divulgadora cultural, escribe de manera asidua para Oper Klass y para ByBattaglia.com, en las secciones de cultura, música y arte. Sus textos se distinguen por un enfoque analítico y sensible, combinando rigor académico con una perspectiva humanista que integra psicología, historia de la música y pensamiento contemporáneo. Ha participado en proyectos interdisciplinarios que abordan la relación entre identidad sonora y memoria afectiva, y colabora regularmente con instituciones culturales en conferencias, artículos y programas educativos. Su trabajo se caracteriza por una mirada profunda, crítica y accesible, siempre orientada a acercar la música y las artes al público con claridad, erudición y sensibilidad.

El Cascanueces, ballet en dos actos. Música:
Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893). Ballet Estable del Teatro Colón, director: Julio Bocca. Coreografía: Silvia Bazilis. Vestuario: Gino Bogani. Escenografía: Gastón Joubert. Iluminación: Rubén Conde. Dirección de títeres: Antoaneta Madjarova. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirección de Emmanuel Siffert. Sala: Teatro Colón. Nuestra calificación: buena

Buenos Aires, Argentina, 23 de Diciembre 2025. Hay títulos que en el Teatro Colón no se programan: se ofician. El Cascanueces es uno de ellos. Diciembre llega, el árbol se arma, el público vuelve en familia —con niños, abuelos y una memoria afectiva que se hereda— y Tchaikovsky cumple, una vez más, su rol de música-fetiche de la Navidad culta. No se trata solo de una obra: es un ritual, una ceremonia laica que el Colón repite con la precisión de un calendario emocional.

En ese marco, la versión 2025 del Ballet Estable del Teatro Colón se apoya deliberadamente en la seguridad de lo conocido. Nada aquí parece querer alterar el equilibrio de una tradición que funciona, convoca y llena la sala. El espectáculo se construye desde la certeza de que el público sabe lo que viene… y lo desea exactamente así.

La coreografía, creada por Silvia Bazillis para el Ballet Nacional del Sodre (2911) es correcta, prolija, respetuosa, parece más interesada en no molestar que en decir algo nuevo. Es un Cascanueces que avanza sin sobresaltos, como una maquinaria bien aceitada, donde cada escena cumple su función sin fricciones ni fisuras. Funciona como una postal cuidadosamente conservada: bonita, reconocible, emocionalmente efectiva, pero sin grietas por donde se filtre una lectura contemporánea o una inquietud más profunda.

El cuerpo de baile responde con disciplina. Hay una vuelta a la precisión, se ve el respeto por la tradición académica. Sin embargo, rara vez se lo ve al borde del riesgo, ese territorio incómodo donde el ballet deja de ser meramente decorativo y se vuelve necesario, urgente, vivo. Aquí todo está bien hecho, pero casi nunca sorprende.

Foto gentileza Carlos Villamayor , Prensa Teatro Colón

En los roles centrales, Ayelén Sánchez como Clara mostró corrección técnica y una presencia limpia, más atenta al trazo claro que a la construcción de un arco emocional complejo. Su interpretación se alinea con el tono general de la puesta: segura, elegante, sin sobresaltos. Gustavo Carvalho, como contraparte masculina, acompaña con solvencia y pulcritud, sosteniendo el relato desde una nobleza clásica que privilegia la forma por sobre el conflicto.

Dentro del universo narrativo, Tío Drosselmeyer, interpretado por David Juárez, funciona como eje articulador del artificio. Su presencia escénica es precisa y contenida, más cercana al narrador funcional que al demiurgo inquietante que algunas versiones exploran. El Rey Ratón, a cargo de David Gómez, cumple eficazmente su rol antagonista, aunque sin el peso dramático suficiente como para tensionar verdaderamente el clima del primer acto.

El retrato familiar —tan central en esta obra— se apoya en interpretaciones de correcta factura: Alejo Cano Maldonado y Analía Sosa como Padre y Madre sostienen el marco doméstico con claridad narrativa; Sergio Hochbaum y Constanza Colombo, como Abuelo y Abuela, aportan carácter y presencia escénica; mientras que Julián Galván y Luciana Barrirero, en los roles de mucamo y mucama, acompañan con precisión rítmica y teatralidad medida. Valentín Fresno, como Fritz, encarna con eficacia ese contrapunto infantil que activa el conflicto inicial sin desbordes caricaturescos.

Foto gentileza Carlos Villamayor , Prensa Teatro Colón

En la dirección musical Emmanuel Siffert en la batuta de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires fluyó con solvencia y corrección. La partitura de Tchaikovsky —tan conocida como exigente— se presenta sin excesos expresivos ni lecturas audaces. Es una interpretación clara, ordenada, funcional al relato escénico. Todo está donde debe estar. Y tal vez ese sea, precisamente, el problema: nada se corre de su lugar.

El gran protagonista de la noche, curiosamente, no baila: se viste.

El vestuario de Gino Bogani es, sin discusión, el punto más alto del espectáculo. Alta costura aplicada con inteligencia escénica, conocimiento del cuerpo en movimiento y una elegancia que no necesita subrayarse. Bogani entiende algo fundamental: en El Cascanueces la fantasía no debe ser kitsch ni infantilizada, sino sofisticada, sugerente, casi táctil.

Sus telas, cortes y paletas dialogan con la iluminación y la música con una precisión casi coreográfica. Cada traje parece pensado no solo para verse, sino para respirar con la escena. Hay referencias al imaginario decimonónico, sí, pero filtradas por una mirada contemporánea que evita la caricatura y apuesta por el refinamiento. El resultado es una visualidad que eleva la puesta a un plano de exquisitez que roza lo museístico —en el mejor sentido del término— sin perder teatralidad.

Paradójicamente, es el vestuario el que aporta la emoción estética más persistente, el que permanece en la retina cuando cae el telón. Y eso dice mucho del espectáculo en su conjunto.

El resultado final es un Cascanueces bello, cuidado, respetuoso. Un espectáculo que honra la tradición, satisface al público y confirma la excelencia técnica de la casa. Pero también es un Cascanueces cómodamente previsible, que elige la corrección antes que el desafío, la seguridad antes que la pregunta.

Un Teatro Colón que se mira al espejo, se reconoce elegante… y se gusta…Quizás demasiado.

Mas articulos

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

ULTIMAS NOVEDADES

El Cascanueces, ballet en dos actos. Música:Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893). Ballet Estable del Teatro Colón, director: Julio Bocca. Coreografía: Silvia Bazilis. Vestuario: Gino Bogani. Escenografía: Gastón Joubert. Iluminación: Rubén Conde. Dirección de títeres: Antoaneta Madjarova. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirección de Emmanuel Siffert. Sala: Teatro Colón. Nuestra calificación: buena Buenos...El Cascanueces: Bogani deslumbra, el ballet obedece