martes, 7 de octubre de 2025
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Viuda e hijas: cuando la verdad se ríe

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Viuda e hijas. Dramaturgia: Alfonso Paso Jr. Dirección: Héctor Díaz. Intérpretes: Nora Cárpena, María Valenzuela. Sofía Gala Castiglione, María Fernanda Callejón, Gonzalo Urtizberea. Vestuario: Romina GiaGiangreco. Escenografía: Lula Rojo. Iluminación: Matías Sendón. Dirección: Héctor Díaz. Sala: Multitabarís, Corrientes 831. Funciones: miércoles a viernes a las 19.30, sábados a las 20 y 21,45, domingos a las 20.  Nuestra calificación: buena

La familia, esa comedia de luto y rímel

Heredar un apellido como Paso es, de por sí, un acto de valentía.
Y Alfonso Paso Jr., nieto del célebre autor que convirtió la ironía en un arte de precisión, asume el riesgo con talento y descaro. Viuda e hijas no es solo una comedia de herencias: es una radiografía sentimental envuelta en humor negro, una tragicomedia donde el amor, la codicia y el protocolo social se sientan a la misma mesa, fingiendo que todo está en orden mientras el mantel arde.

El argumento parece sencillo —una viuda, sus hijas, un testamento y un difunto que aún tiene cosas que decir—, pero en manos de Paso Jr. se vuelve un artefacto teatral cargado de bisturí. Cada escena es una autopsia elegante del alma familiar, y cada risa, un suspiro de reconocimiento culposo.

Las damas del escenario

El elenco femenino es, sencillamente, un lujo.
Nora Cárpena firma una de esas interpretaciones que resumen una carrera: precisa, mezcla de ternura y fiereza. Su viuda es una matriarca que domina el silencio con la autoridad de quien ya ha sobrevivido a todo, incluso al amor.

A su lado, María del Carmen Valenzuela brilla en un regreso que es pura categoría. Su elegancia natural se transforma aquí en un arma de ironía: cada línea suya tiene filo y compasión, un equilibrio difícil que solo logran las grandes. Valenzuela demuestra que el humor fino también puede doler.

Sofía Gala Castiglione irrumpe con un desparpajo luminoso, símbolo de una generación que ya no pide permiso para decir lo que piensa, mientras María Fernanda Callejón despliega ductilidad y ritmo, una comicidad inteligente que sostiene el vaivén emocional de la pieza.

Entre las cuatro componen un mosaico tan divertido como feroz: un duelo de egos y ternuras que, bajo la dirección medida de Héctor Díaz, alcanza el tempo justo entre la carcajada y la confesión. Díaz, hábil y milimétrico, convierte cada pausa en un golpe escénico: nada sobra, nada se explica de más.

El muerto que no falta a la cita

Y si hay un hallazgo de pura mordacidad pasiana, es el del muerto que actúa.
Gonzalo Urtizberea, en el rol del difunto que “no falta a la cita”, se roba la escena desde su ausencia. Es una ironía teatral de primer orden, una de esas touche actorales que recuerdan la vena más inspirada del abuelo Paso. Su intervención, a medio camino entre el disparate y la sátira costumbrista, es un «touche» de humor negro que cierra el círculo perfecto entre homenaje y renovación sobre la hipocresía y la ridiculez de una sociedad que se emociona por heredar mientras finge llorar.


La herencia intacta

Viuda e hijas confirma que la dramaturgia, cuando se hereda con talento, no envejece: se transmuta.
Paso Jr. ha sabido absorber el pulso de su abuelo —esa mezcla de carcajada elegante y crítica social— y ponerlo en sintonía con el presente.
La obra no se ríe de la familia: se ríe con ella, hasta que el espectador comprende que el blanco, al final, es uno mismo.

No es una obra revolucionaria —su ligereza la condena a ser “entretenida” más que trascendente—, pero en un panorama teatral saturado de dramas pesados, su frescura es un bálsamo. Pequeño pero: el final, aunque catártico, resuelve un tanto predeciblemente los enredos, dejando un regusto a más profundidad en los ecos familiares.

En tiempos de comedias previsibles y humor de fórmula, esta pieza logra lo más difícil: ser popular sin ser vulgar, mordaz sin ser cruel, divertida sin renunciar a la inteligencia.

Y si el espíritu del viejo Alfonso Paso ronda por los camarines, sin duda habrá brindado —copita de coñac en mano— al ver a su nieto y a este elenco formidable continuar la tradición con arte, veneno y ternura.

“La familia sigue actuando —habrá dicho—
Y el muerto, por suerte, tampoco faltó.”

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