Título: Vieja Loca. Dirección y Guión: Martín Mauregui. Reparto:
Carmen Maura, Daniel Hendler, Olivia Nuss. Producción: J.A. Bayona, Belén Atienza, Gabriela Carcova Krichmar, Ramón Campos y Victor Fandino Bambú Producciones y La Unión de los Ríos
Dirección de Fotografía: Julián Apezteguia. Banda Sonora: Pedro Osuna. Duración: 94 minutos. Calificación: SAM 16 años
País: Argentina – España. Nuestra calificación : buena +
Carmen Maura tiraniza, devora y bendice la pantalla en Vieja loca, un cuento gótico, sádico y, por momentos, escalofriantemente divertido, dirigido por el debutante Martín Mauregui.A su lado, dos pilares sostienen este aquelarre cinematográfico:
- -La producción de J.A. Bayona, maestro de la casa embrujada (El orfanato)
- -Una Maura monumental, que a sus ochenta años y con cuatro Goya en la repisa, demuestra que sigue siendo el huracán más elegante del cine ibérico.
Hagsploitation a la española (con acento porteño y bisturí moral)
Lo que en los sesenta fue hagsploitation, aquel reciclaje de divas envejecidas para el cine de terror, aquí renace en clave hispana y con espíritu argentino. Si Bette Davis fue la criatura maldita de ¿Quién le teme a Baby Jane?, Carmen Maura es su heredera natural, su reencarnación con mate y psiquiatra ausente.
Su Alicia vive sola, rodeada de recuerdos, un espejo roto y su perrito Franco (nombre que ya es todo un manifiesto político). Cuando su hija Laura, desde la distancia, envía a su exnovio Pedro (Daniel Hendler, impecable en el rol del mártir), para verificar que la madre esté bien, el pobre incauto cruza una puerta que conduce al infierno doméstico.
El bigote del hombre, minúsculo detalle, abre la caja de Pandora: viejos abusos, heridas de la memoria, y una furia que se confunde con justicia. A partir de ahí, Maura no actúa: exorciza. Lo hace con la destreza de quien aprendió a bailar entre la ironía y la rabia.

De lo teatral al grotesco
Mauregui, con guiños a La muerte y la doncella y ecos de Misery, orquesta un duelo actoral que parece escrito por un demonio con sentido del humor. Su puesta, por momentos teatral, roza lo desmesurado, pero encuentra en Maura la brújula y la tempestad.
Hay sangre, violencia, sexo y risa —no en ese orden—, todo servido con un pulso que va del terror al disparate sin pedir disculpas.
La película se atreve a reírse del horror y a hacerlo con elegancia decadente. El tono es de farsa fúnebre, casi tebeo noir, donde la vejez, la salud mental y el abuso de poder se entrelazan como en una tragedia griega con olor a lavandina.
Una “vieja loca” que no pide perdón
Sí, hay déjà vu, hay referencias evidentes, pero también una convicción feroz: Mauregui sabe que su mejor efecto especial es Carmen Maura. Su acento argentino patina, su histrionismo se desborda, y aun así uno no puede dejar de mirarla, fascinante en su imperfección, magnética en su furia.
Vieja loca no es un film sobre la demencia: es una metáfora sobre la venganza de la memoria. La locura aquí tiene método, perfume vintage y uñas pintadas de rojo sangre. Maura, entre risas y gritos, se erige como la nueva Baby Jane del Río de la Plata, una diva que no envejece: se afila.
Dr. Merengue sentencia (entre copas y algun dedo perdido):
¡Ay, Carmen! Si la Bette Davis de Baby Jane levantara la cabeza, te invitaría un whisky y te pediría clases de crueldad con acento extranjero. ¡Qué placer verte torturar con tanta finura!
Y ese pobre Hendler… el hombre entra a revisar pastillas y termina rezando por su alma. Lo del perro Franco es la mejor metáfora política del año: un tirano en miniatura que ladra, pero no gobierna.
Mauregui firma un debut insolente, gótico y muy argentino. Un film donde la abuela no hace galletitas, sino exorcismos.
Vieja loca es, en definitiva, una misa negra servida con humor, histeria y maquillaje corrido, donde la Maura no actúa: cobra revancha por todas las Baby Janes que Hollywood dejó en el desván.
