TURANDOT: Ópera en tres actos de Giacomo Puccini. Libreto: Giuseppe Adami y Renato Simoni. Concepción escénica y escenografía: Roberto Oswald. Director de escena repositor:Anibal Lápiz.Repositor de escenografía: Cristian Prego. Iluminación: Ariel Conde.
Personajes principales: Veronika Dzhioeva (Turandot), Jacquelina Livieri (Liú), Marcelo Puente (Calaf), Lucas Debevec Mayer (Timur), Gabriel Renaud (Altoum), Omar Carrión (Ping), Carlos Ullán (Pong), Darío Schmunck (Pang), Luciano Garay (un mandarín)..
Coro de niños, Coro Estable y Orquesta estable del Teatro Colón. Director musical: Carlos Vieu
Nuestra Opinión: regular
Asistir a una función en el Teatro Colón, y más aún cuando se trata de una ópera, es esperar la excelencia. Este recinto, con su rica historia y décadas de temporadas con solistas, producciones y directores de orquesta de altísimo nivel, ha sido un referente de calidad artística. En tiempos pasados, el Colón era el trampolín para carreras internacionales, antes de llegar a escenarios como La Scala de Milán.
«Turandot», una de las óperas más emblemáticas de Giacomo Puccini, es una obra que combina un cuento de hadas oscuro con una música espectacular. Basada en una obra de teatro de Carlo Gozzi, la historia de «Turandot» se centra en la cruel princesa china del mismo nombre, quien desafía a sus pretendientes a responder tres enigmas para ganar su mano en matrimonio, con la amenaza de ejecución en caso de fallar. La ópera, inacabada al momento de la muerte de Puccini en 1924, fue completada por Franco Alfano y ha sido un pilar en los repertorios operísticos desde su estreno en 1926.
Sin embargo, con el tiempo, la calidad de las presentaciones en nuestro primer Coliseo ha disminuido, influenciada también por el deterioro económico del país. Este contexto plantea interrogantes sobre la necesidad de contratar figuras «nacionales internacionales» que, aunque destacadas en otros roles, no siempre están a la altura de los más exigentes. Este dilema se evidenció en la reciente reposición de «Turandot» de Puccini en el Teatro Colón.
Veronika Dzhioeva, en el desafiante papel de Turandot, enfrentó dificultades vocales que afectaron su interpretación. Si bien su registro central fue potente y expresivo, en los agudos su voz mostró signos de tensión y fatiga. Durante los momentos clave de los enigmas, donde la intensidad y la agilidad vocal son cruciales, Dzhioeva luchó por mantener la claridad y la proyección, lo cual afectó la credibilidad y la emoción del personaje.

Foto gentileza: Arnaldo Colombaroli / Prensa Teatro Colón
Marcelo Puente, como el apasionado príncipe Calaf, también enfrentó desafíos vocales que limitaron su interpretación. Aunque demostró un compromiso indudable con el papel, su voz careció de la consistencia y la belleza necesarias para transmitir plenamente la emotividad y la fuerza del personaje. Los momentos de mayor intensidad y emotividad, como la famosa aria «Nessun Dorma», se vieron afectados por una emisión vocal forzada y un timbre irregular, lo cual restó impacto y profundidad a su actuación.
Lucas Debevec Mayer brilló como Timur, con una voz que llenó el escenario porteño de manera notable. Su fraseo y clase en la interpretación fueron destacables. Timur, el anciano padre del protagonista Calaf, es un personaje que aporta profundidad emocional a la ópera, y la interpretación de Mayer fue convincente y conmovedora.
Jacquie Livieri, en el papel de Liù, aportó un momento de auténtica belleza con su voz cálida y melancólica, destacándose en sus breves pero hermosas arias. Liù, la esclava enamorada de Calaf, es un personaje cuya pureza y sacrificio contrastan fuertemente con la fría determinación de Turandot, y Livieri logró capturar esta dualidad con su interpretación.

Foto gentileza: Arnaldo Colombaroli / Prensa Teatro Colón
El resto del reparto tuvo una actuación correcta sin destacar particularmente. El trío Ping, Pang, Pong, liderado por el barítono Omar Carrión, mostró una actuación sólida. Carrión desplegó un timbre noble y redondo, mientras que Carlos Ullán (Pong) aportó una interpretación ágil y vocalmente clara. Darío Schmunck completó el trío con una actuación eficaz, aunque su proyección fue un poco modesta. Gabriel Renaud ofreció una interpretación digna como Altoum.
El Coro Estable como el de Niños, por su parte, contribuyó significativamente al éxito de la velada, mostrando una cohesión y una fuerza vocal que complementaron eficazmente a los solistas.

Foto gentileza: Arnaldo Colombaroli / Prensa Teatro Colón
La producción escénica, ideada por el recordado director Roberto Oswald y repuesta por Aníbal Lápiz, mostró su grandeza y esplendor, pero también reveló signos de envejecimiento. Si bien logró evocar la majestuosidad de la China Imperial, su enfoque conservador y falta de innovación dejaron la sensación de que se podría haber hecho más para revitalizar la obra y hacerla relevante para las audiencias contemporáneas. Los diseños de escenografía y vestuario, aunque imponentes en su ejecución, carecieron de originalidad y creatividad, reflejando una visión estancada y poco inspiradora. Las coreografías y movimientos escénicos, si bien ejecutados con precisión, no lograron capturar la esencia emocional y dramática de la historia, resultando en una experiencia visualmente impresionante pero emocionalmente desconectada.
Bajo la batuta del maestro Carlos Vieu, la orquesta ofreció interpretaciones que exploraron nuevos matices y dinámicas, pero a veces se alejaron demasiado de la tradición pucciniana. Si bien es valioso buscar nuevas interpretaciones, en este caso, algunos tempos fortes y matices se percibieron como forzados y desconectados de la esencia de la obra.
En resumen, la reposición de «Turandot» en el Teatro Colón dejó sensaciones encontradas. Si bien hubo momentos de grandeza y belleza, la producción en su conjunto no logró alcanzar las altas expectativas asociadas con este prestigioso teatro. Queda claro que, si bien la grandeza del Colón sigue siendo innegable, se necesita una reflexión y un esfuerzo renovado para mantener su posición como un referente de la ópera mundial en el siglo XXI.