Dramaturgia: Javier Marra- Intérpretes: Javier Marra – Dirección: Lisandro Penelas – Diseño de escenografía: Julieta Capece – Diseño De Sonido: Dino Pérez – Diseño De Iluminación: Soledad Ianni – Asistencia de dirección: Jennifer Permuy – Producción: Dos Lunas Productora, Lucía Marquez – Co-producción: Moscú Teatro – Sala: Moscú Teatro (Juan Ramírez de Velasco 535, C.A.B.A.) – Funciones: Viernes 21/02 y 7/03 20:30 y Domingos 16, 23 y 30/03 a las 12 h – Nuestra calificación: muy buena
En el universo dramático de Javier Marra, Trunco, una de flores y cuchillos se erige como un canto melancólico y romántico a la vida, al amor y a la resistencia. Una obra que, como un susurro en la penumbra, nos arrastra hacia un mundo bucólico y creíble, donde los silencios hablan más fuerte que las palabras y los gestos se convierten en poemas. Marra, autor y único intérprete, nos invita a adentrarnos en su relato con la delicadeza de quien deshoja una flor, capa por capa, hasta llegar al núcleo más íntimo y vulnerable.
La historia de amor entre dos jóvenes, su despertar sexual y la lucha contra los prejuicios de una sociedad anclada en los años 90, es un viaje emocional que nos conecta con la pureza del primer amor. Aquel que, como bien decía Freud, no tiene sexo, sino que trasciende las etiquetas y se eleva como un sentimiento universal. Marra nos muestra cómo ese amor florece en medio de la adversidad, cómo se nutre de miradas cómplices y de silencios que gritan más que mil palabras. Los lazos familiares, especialmente la figura de la abuela, añaden una capa de profundidad al relato. Ella, con su sabiduría ancestral, les enseña a lanzar cuchillos no como un acto circense, sino como una metáfora de la vida: afilados, precisos, destinados a defenderse del dolor.
La dirección de Lisandro Penelas es una obra de arte en sí misma. Con una mirada refinada y un ritmo pausado, Penelas permite que la acción se desarrolle en las miradas, en los gestos y en los tiempos perfectamente medidos. No hay golpes bajos ni palabras vulgares aquí; solo la retórica del corazón, que late con fuerza en cada escena. La estética es brillante, minimalista pero cargada de significado, como si cada elemento en el escenario fuera un símbolo de algo más profundo.
Marra, con su interpretación honesta y desgarradora, nos hace sentir que estamos ante un relato autobiográfico, como si cada palabra saliera de su boca con la urgencia de quien necesita contar su verdad. Su presencia en escena es magnética, y uno no puede evitar sentirse conectado a su historia, a su dolor, a su esperanza. Cuando la obra termina, hay una sensación de catharsis, de haber vivido algo profundamente humano. Uno quiere abrazar a Marra, agradecerle por haber podido terminar lo trunco, por haber expuesto su alma y por recordarnos que, a pesar de todo, siempre hay lugar para un final feliz.
Trunco, una de flores y cuchillos es un canto a la vida, al amor y a la resiliencia. Una obra que nos deja con el corazón abierto y la certeza de que, incluso en los momentos más oscuros, hay luz al final del camino.