Rigoletto, ópera en tres actos. Música: Giuseppe Verdi. Libreto: Francesco Maria Piave (sobre “Le roi s’amuse”, de Victor Hugo). FORM – Orchestra Filarmonica Marchigiana, Coro Lirico Marchigiano ‟Vincenzo Bellini”. Director musical: Mtro. Jordi Bernacer. Maestro del coro: Christian Starinieri. Régie: Federico Grazzini. Interpretes: Il Duca di Mantova: Ivan Magrì. Rigoletto: Nikoloz Lagvilava. Gilda: Ruth Iniesta. Sparafucile: Luca Park. Maddalena: Carlotta Vichi. Giovanna: Aleksandra Meteleva. Monterone: Alberto Comes. Marullo: Giacomo Medici. Matteo Borsa: Francesco Pittari. Il Conte di Ceprano: Tong Liu. La Contessa di Ceprano: Aleksandra Meteleva. Usciere di corte: Stefano Gennari. Paggio della Duchessa: Laura Esposito. Producción general: Associazione Arena Sferisterio per il Macerata Opera Festival 2025. Nuestra calificación: muy buena.
È il sol dell’ anima… adesso piove
Macerata – El pasado 19 de julio de 2025 tuvo lugar la “Prima” de Rigoletto, una noche muy especial en la Arena dello Sferisterio, a cielo abierto, en la ciudad de Macerata. Lamentablemente, por condiciones climáticas, la noche de estreno estuvo plagada de obstáculos que, a pesar de las obvias molestias, sirvieron para crear una atmósfera ideal de tensión y dramatismo que elevó, sin lugar a dudas, la tragedia verdiana.
Para quienes venimos acostumbrados a las regie fuera de lugar —costumbre en demasía frecuentada en el viejo continente—, Federico Grazzini nos ofreció en escena un Rigoletto muy interesante, planteado en una época un tanto incierta, pero con claras tendencias o reminiscencias de los años 50. Cabe destacar, sobre todo, el extraordinario uso de luces, que permitió crear momentos verdaderamente memorables, particularmente durante el preludio, el final del primer acto y el cuarteto del tercer acto. A resaltar de esta puesta: el carisma generado por el coro masculino y el crudo asesinato de Gilda, en un puesto ambulante donde Sparafucile trabaja como vendedor, en el que se jugaron perspectivas muy convincentes entre las luces y la apertura y cierre de las diversas puertas del puesto con vistas al público. Sin embargo, al final del tercer acto, el concepto de dos Gildas —una fantasmal, vestida de blanco y caminando, y la otra, física, como un muñeco muerto en el piso— presta a confusión y parece ser una idea interesante, aunque no necesariamente efectiva en escena.

Ahora bien, debemos hacer un especial énfasis en el Mtro. Jordi Bernàcer, quien llevó a cabo la dirección musical de la ópera, alcanzando niveles altísimos de concertación musical. El Maestro llevó al límite las posibilidades de color y matiz de la Orquesta Filarmónica Marchigiana, con un nervio especial. Marcado por una concertación bien “presente” y exigente, el Maestro Bernàcer logró clímax de gran nivel durante el duetto Sparafucile/Rigoletto, el rapto de Gilda, el retorno de Rigoletto al palazzo del Duca en el segundo acto, el cuarteto del tercero, el asesinato propiamente dicho de Gilda, y el duetto final con Rigoletto. Si tuviéramos que destacar algunos puntos generales de la concertación, sin lugar a dudas deberíamos mencionar el extraordinario manejo de tempi, el sutil tratamiento de las diversas texturas orquestales que presenta la partitura, y el “nervio” de una concertación vivaz y audaz.
Elenco:
El Rigoletto de Nikoloz Lagvilava estuvo marcado por una gran potencia de proyección vocal, que sobresalió en la acústica de la Arena, y un interesante manejo dramático tanto vocal como actoral. Emocionó profundamente al público con su “Cortigiani” y el duetto final con Gilda en sus brazos.

Ruth Iniesta como Gilda fue, sin lugar a dudas, la estrella de la noche: fresca y jovial, con un gran manejo técnico-vocal siempre en compromiso con el drama que la obra exige, nos ofreció algunos puntos climáticos maravillosos, especialmente en su aria “Gualtier Maldè” y el estremecedor “Tutte le feste al tempio” del segundo acto.

Il Duca de Ivan Magrì logró ofrecernos de manera formidable el Duca que esperamos: comprometido actoralmente con el personaje, despertó una enorme simpatía en el público. Su desempeño vocal fue audaz y de gran presencia. A destacar la destreza para llevar a cabo sus arias en buen término, mientras debía cumplir algunas exigencias de la regie que eran algo complejas para el contexto.

Excepcional trabajo de Luca Park en el rol de Sparafucile, donde sorprendió con su generosa proyección vocal y su presencia sombría en el escenario, dando vida a su personaje central.
No podemos dejar de mencionar a Carlotta Vichi, quien interpretó una Maddalena con gran soltura en el escenario, jugando un rol excepcional tanto vocal como dramáticamente en el tejido de la tragedia del tercer acto.
Debemos, por último, resaltar el magistral Monterone de Alberto Comes, quien sorprendió gratamente con su impecable y atronadora voz, regalándonos una verdadera “voce mia qual tuono”.
Como comentamos preliminarmente, la velada estuvo en vilo por el clima fluctuante. Durante el primer acto, al comenzar el aria del Duca “È il sol dell’anima”, el Mtro. Bernàcer tuvo que alzar la mano para indicar el cese de la música y dar una pausa hasta que la lluvia se detuviera. Ivan Magrì, con su característica simpatía, cerró el aria con sus propias palabras: “È il sol dell’anima… adesso piove”. Luego de una pausa de aproximadamente 15 minutos, la función se reanudó. Verdaderamente dramático fue el tercer acto: la tempesta en escena parecía atraer magnéticamente la Tempesta del Ciel, y hubo diversos momentos de tensión respecto a la lluvia.

Para coronar la noche, la lluvia comenzó a caer sobre el final de la ópera, en el duetto entre Rigoletto y la moribunda Gilda. La tensión del momento fue total: el público estaba inquieto ante el temor de una suspensión de la función en sus minutos finales. El director miró a la producción en cabina, luego al concertino; este último dio el visto bueno para continuar con el final, a pesar de la llovizna bajo la cual se encontraban tocando. Se nos regaló así un momento de unidad excepcional pocas veces visto: el compromiso de la orquesta, el director y el elenco en escena nos brindó un final de Rigoletto absolutamente acorde al libreto. Rigoletto recibió el cuerpo de su hija bajo la lúgubre llovizna de medianoche (puesto que ya estábamos en hora). El bufón de la corte, suplicante para que su hija no muriera —“Non morir mio tesoro pietate”— fue cortejado por las luces tenues de la puesta, que mostraban en su efecto de contraluz las gotas de agua que realmente bañaban la escena, dejando un estremecedor, conmovedor y arrollador sentimiento con el que la velada concluyó exitosamente.