Dramaturgia y dirección: Carlos Iaquinta. Música: Fernando Albinarrate. Piano y dirección musical: Mtra. Susa Frangi. Intérpretes: Rita Terranova, Cali Mallo, Loly Sánchez, María Luján Mirabelli, Leonardo Estévez, Alberto Jáuregui Lorda, Verónica Díaz Benavente, Adriana Poch, Martín Lira Lespés. Vestuario: Fernando Ferrigno. Iluminación: Oscar Bonardi. Sala: El tinglado (Mario Bravo 948, C.A.B.A.).Funciones: domingos a las 20. Nuestra calificación: buena.
La obra Regina, escrita y dirigida por Carlos Iaquinta, busca rendir homenaje a Regina Pacini de Alvear, soprano ligera de fama internacional y figura apasionante cuya vida, atravesada por el talento, la resiliencia y el amor, merece ser contada. Nacida en Lisboa en 1871 y fallecida en Buenos Aires en 1965, Pacini transitó de una infancia humilde al esplendor de los escenarios líricos más prestigiosos, para luego enfrentarse, ya en Argentina, al prejuicio social que relegaba el arte teatral a un lugar menor.
La propuesta, protagonizada con gran solidez por Rita Terranova, intenta capturar esa vida extraordinaria, aunque no siempre alcanza la hondura poética que un relato de semejante riqueza demanda.
Una biografía de luces y sombras
La historia de Regina Pacini se sostiene sobre claros contrastes. Hija de un tenor de modesto talento que murió tempranamente, la joven encontró en el canto lírico un destino. Con apenas 17 años debutó en el Teatro San Carlos de Lisboa, iniciando una carrera que la llevaría a los principales escenarios europeos. El giro decisivo llegó durante una gira por América Latina, cuando conoció a Marcelo Torcuato de Alvear, aristócrata argentino que, tras seis años de cortejo, la convenció de casarse.

La unión significó también el desembarco en Buenos Aires, donde Regina debió enfrentarse al rechazo de la élite porteña. Sin embargo, su vida dio un nuevo giro cuando, años después, Alvear se convirtió en presidente de la República Argentina (1922-1928). En ese momento, Regina Pacini asumió el rol de Primera Dama, enfrentando nuevamente prejuicios y resistencias, pero también consolidando su compromiso con la cultura y la vida pública.
Lejos de doblegarse, Pacini encontró en el amor y en su vocación cultural nuevas formas de resistencia: promovió la ópera en el Teatro Colón, fundó la Casa del Teatro y se convirtió en una referente cultural que trascendió el mero rol protocolar.
La puesta: una tertulia evocadora, pero limitada
El dispositivo escénico se apoya en dos planos narrativos: a la derecha del espectador, una Regina octogenaria (Terranova) dialoga con su sobrino Adams (Cali Mallo); a la izquierda, un conjunto de cantantes y actores revive episodios de su vida. La música compuesta por Fernando Albinarrate cumple un papel clave: su partitura envuelve la narración con un marco sonoro evocador, aunque confirma la indefinición del espectáculo. La obra se convierte en un híbrido que oscila entre lenguajes: no alcanza la estructura de una comedia musical, pero tampoco se adentra en la expresividad de la ópera o bien en un elemento narrativo de bioepic. Esta ambigüedad le da cierta originalidad, aunque también limita su potencia dramática. En este apartado musical, resulta especialmente destacable el compromiso en vivo de la Mtra. Susana Frangi, quien asume la dirección musical con rigor y sensibilidad, aportando un marco sonoro funcional y preciso que acompaña sin invadir, reforzando la cohesión entre relato y escena. Asimismo es de notar el vestuario de época creado por Fernando Ferrigno el cual pasa de fines del S XiX ha los años 60, del esplendor de antaño a lo comun de final de vida, asi mismo la iluminación que encuadra los recuerdos de vida realizado por Oscar Bonardi, da un encuadre de historicidad a esta Regina…

El elenco: contrapuntos y tensiones
La historia de Regina y Marcelo se sostiene gracias a un elenco que aporta matices y contrapuntos. La interpretación de Rita Terranova se erige como el gran sostén de la obra. Con enorme magnetismo, dota a la anciana Regina de fragilidad y fortaleza en partes iguales. Leonardo Estévez encarna con nobleza y medida elegancia a Marcelo Torcuato de Alvear, el político que supo ser amante apasionado pero también figura distante cuando la vida pública reclamaba su energía.

A su lado, Alberto Jáuregui Lorda aporta solidez al rol de Carlos de Alvear, el hermano, presencia que marca el peso de la tradición familiar. La galería femenina suma contrastes poderosos: Verónica Díaz Benavente, como María del Carmen de Alvear, se luce con chispa y agudeza, ofreciendo un contrapunto vibrante a la relación central. María Luján Mirabelli, en el papel de Felicitas Quintero, compone una madre abnegada que refuerza el costado más humano de la protagonista. Adriana Poch, como María Unzué de Alvear, encarna con precisión la oposición social que debió enfrentar Regina, mientras que Loly Sánchez ofrece la frescura de una joven Regina, evocando los inicios de aquella voz que conquistó Europa.

Una de las escenas más logradas es la que protagoniza Martín Lira Lespés como el presidente Agustín P. Justo: quien firme en opinión y en su postura ante Marcelo T. de Alvear en confrontado por Regina cuando el ex mandatario, está preso en la isla Martín García. En ese intercambio, la protagonista le habla sin tapujos, con la franqueza de una mujer que no teme decir lo que piensa frente al poder.

Ese choque de temperamentos le otorga al relato un espesor político que enriquece la mirada sobre la figura de Pacini, no solo como artista y esposa, sino como mujer que supo plantarse en circunstancias adversas. Completan la escena Cali Mallo, en el rol de Adams —sobrino de Regina—, quien se convierte en el partenaire de la longeva Dama al traer a escena los recuerdos de una vida tan atrapante como distante.
Balance final: un retrato cálido, pero no definitivo
Regina emociona por momentos gracias al magnetismo de Rita Terranova, a la música evocadora de Fernando Albinarrate y al contrapunto del elenco secundario. Sin embargo, queda a medio camino entre lenguajes escénicos y la linealidad de la narración restringe el vuelo poético.
Aun así, el espectáculo convoca imágenes entrañables: la niña humilde que soñaba con cantar, la diva que deslumbró en Europa, la esposa juzgada por la aristocracia porteña, la Primera Dama que acompañó a un presidente y la mujer que dejó un legado cultural imperecedero. Regina no es solo un retrato: es un intento de eternizar una vida excepcional. Hoy aparece como una tertulia evocadora, íntima, que acaricia la memoria con ternura, aunque su eco todavía aguarda ser afinado como la nota final de una melodía inconclusa.