La que espera
Si bien Borges habla de cuatro historias que se repiten en el tiempo para la literatura y el drama, es pues “la que espera” un agregado urbano más que interesante y más que actual.
La despechada, que teje esperando, es un mito que cruza la historia y se codea entre lo occidental y lo oriental. Porque tal vez no haya mujer exenta de ser eso, la enamorada, la del corazón roto, la que está dispuesta al sacrificio. Ah, romanticismo cruel!
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El equipo de Juventus Lirica mantuvo la tradición y resolvió sobre las tablas del Teatro Avenida una de las obras del repertorio lirico más amadas, por la historia y por joya musical. Mantuvo el exotismo entre los bares de la Avenida de Mayo para hacernos fantasear por momentos con los aromas florales de la Nagasaki de la pequeña Cio-Cio-san.
Con vestuario tradicional, pelucas, maquillaje impecable y los tradicionales paragüitas de colores, muy bien llevado por el coro y los protagonistas Ana D Anna mantuvo la frescura de las emociones desde la esperanza del primer acto, al desencantamiento y el trágico desenlace en los actos posteriores. El buen diseño de luces ayudó a enmarcar las diferentes escenas y pasar de los estados de ánimo a los pequeños detalles cotidianos y al irreversible paso del tiempo.
La escenografía, puesto el acento sobre la “caseta” que dominaba el escenario, con buena construcción en madera le daba un toque de calidad a la puesta, ayudada por el manejo de las luces.
La orquesta y preparación musical a cargo del maestro Antonio María Russo fueron solidas y llevaron a toda la producción a “buen puerto”. Como ya comenté, al ser en una obra que el público conoce casi de memoria, mayor la responsabilidad del respeto a la partitura y la exactitud de la interpretación.
Cintia Velázquez comenzó tímida vocalmente, un rol tan exigente, que sumado a la popularidad de la obra, hace más difícil todavía su performance y requiere toda la tranquilidad y la fibra de la cantante y actriz. Tuvo sus altibajos vocales durante toda la presentación pero mantuvo el personaje en cuanto a gestos y actuación, la pequeña geisha herida se vio hasta el último instante.
Marcelo Gómez fue un relajado Pinkerton, con gran experiencia escénica y mucho oficio resolvió las dificultades vocales del personaje y se movió seguro y confiado en la presentación.
Rocio Arbizu llevó los gestos de Suzuki y con muy buen timbre no se dejó amedrentar por la escena, mantuvo su presencia física y actoral, dando el soporte perfecto a la protagonista.
Ernesto Bauer se fue afianzando a lo largo de la obra y se escuchó correcto y comprometido con la actuación, en especial en las escenas finales.
Norberto Lara se apropió del personaje de Goro, el casamentero. Aprovechó cada segundo en escena y el trabajo actoral y físico del personaje fue muy interesante.
El resto del elenco ayudó en el marco de la obra, ya que es, sin lugar a dudas, una obra con una estrella y una protagonista, todos supieron mantener sus lugares en escena para enmarcar el drama psicológico y las diferentes tensiones del juego teatral.
Es pues esta nueva producción de Madama Butterfly, de G. Puccini, una cita imperdible para los amantes de la opera y para los que nunca disfrutaron de la lirica, un muy buen lugar para empezar a empaparse de drama y pasión.