miércoles, 8 de octubre de 2025
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Novecento: Cuando la Sencillez se Convierte en Grandeza de la Mano de Julio Viera

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Autor: Alessandro Baricco. Intérprete: Julio Viera. Música: Nicolás Di Lorenzo. Vestuario: M&J. Escenografía: Favio Sportono. Luces: José Luis Misevich. Asistencia: Hernán Avalo. Dirección: Mónica D’Agostino. Sala: Boedo XXI, Boedo 853. Funciones: Domingos a las 20. Nuestra calificación: excelente

El montaje de Novecento en el Teatro Boedo XXI no es simplemente una obra de teatro; es una celebración de la narrativa en su forma más pura, una experiencia que trasciende las fronteras de lo que convencionalmente entendemos como teatro. Esta adaptación del relato del escritor italiano Alessandro Baricco, concebida originalmente para ser contada en voz alta, encuentra en la dirección de Mónica D’Agostino y en la interpretación de Julio Viera un vehículo perfecto para explorar la profundidad y la belleza de una historia que, a pesar de su sencillez, toca las fibras más íntimas del ser humano.

Desde el momento en que Julio Viera aparece en el escenario, sin más compañía que la luz que lo ilumina y su propia presencia, el público es transportado a bordo del mítico barco Virginia, donde se desarrolla la vida del prodigioso pianista Novecento. Este es un viaje a través del tiempo, de la música y de la humanidad misma, y Viera, con su magistral manejo del monólogo, logra que cada uno de los personajes que aparecen en la historia cobre vida con una intensidad y un realismo que hacen que la audiencia se sienta no solo espectadora, sino parte activa de este fascinante relato.

El montaje nos plantea una serie de preguntas que resuenan mucho después de que las luces se apagan: ¿Cómo es posible que un niño abandonado en una caja de zapatos pueda encontrar en un barco de migrantes no solo un hogar, sino una vida plena y rica en experiencias? ¿Cómo puede alguien convertirse en el más grande pianista de todos los tiempos sin haber tocado jamás tierra firme? Estas preguntas, lejos de buscar respuestas fáciles, nos invitan a reflexionar sobre la naturaleza humana, sobre la capacidad de adaptación, sobre el poder del arte para transformar vidas y sobre cómo las circunstancias más extraordinarias pueden dar lugar a las historias más conmovedoras.

La dirección de Mónica D’Agostino merece un reconocimiento especial. Su habilidad para sacar lo mejor de Julio Viera, para convertir un monólogo en un diálogo íntimo entre el actor y el espectador, es simplemente magistral. D’Agostino entiende que Novecento no es solo una historia que debe ser contada; es una historia que debe ser vivida, sentida, y ella logra crear un ambiente en el que cada palabra, cada gesto, tiene un peso y un significado que trascienden el texto. La sutileza con la que maneja la tensión emocional, apoyada por la hermosa partitura de Nicolás Di Lorenzo, crea un espacio donde la imaginación del espectador puede volar libremente, donde las imágenes que Julio Viera evoca con su voz se convierten en paisajes, en personajes, en vidas enteras que se despliegan ante nuestros ojos.

La obra también se destaca por su capacidad de conectarnos con nuestra propia infancia, con esos momentos en que escuchar una historia era un acto de total fascinación, de entrega completa. Sentados en la oscuridad del Teatro Boedo XXI, nos encontramos de nuevo en ese lugar donde todo es posible, donde un simple relato puede transportarnos a mundos lejanos, a vidas que nunca conoceremos, pero que, por un momento, sentimos como nuestras. Este es el poder de Novecento, y es el poder que Julio Viera y Mónica D’Agostino logran canalizar en este montaje.

Cada palabra pronunciada por Viera está cargada de emoción, cada pausa está llena de significado. Su interpretación no es solo un ejercicio técnico; es una entrega total al personaje, a la historia, al público. Es como si Viera mismo hubiera vivido la vida de Novecento, como si cada experiencia, cada sentimiento que describe, fuera parte de su propia biografía. Y es esa autenticidad, esa honestidad en su actuación, lo que hace que el público se sienta tan profundamente conmovido, tan íntimamente conectado con lo que está sucediendo en el escenario.

Además, este montaje tiene la rara habilidad de transformar lo cotidiano en extraordinario. La historia del trompetista que lo ha perdido todo, que solo tiene una cosa valiosa en su vida: la historia de su amigo Novecento, es un recordatorio de que a veces, las cosas más simples son las que tienen el mayor impacto. Es una historia sobre la amistad, sobre la pérdida, sobre el amor por el arte y sobre cómo, incluso en las circunstancias más difíciles, la belleza puede encontrar su camino.

El Teatro Boedo XXI se convierte, en este montaje, en un espacio donde el tiempo parece detenerse, donde el pasado y el presente se entrelazan en un relato que nos habla de la condición humana, de nuestros miedos, de nuestros sueños, de nuestras esperanzas. La iluminación, la escenografía mínima, todo está diseñado para que la atención se centre en la palabra, en la actuación, en la historia. Y es precisamente esta simplicidad lo que hace que Novecento sea tan poderosa; no necesita de grandes efectos ni de elaboradas escenografías para impactar. Lo hace a través de la pura fuerza de la narración, de la capacidad de un gran actor como Julio Viera para hacernos creer, aunque sea por un momento, que estamos allí, en ese barco, viviendo esa vida.

En resumen, este montaje de Novecento es una experiencia teatral de rara belleza, una obra que nos recuerda el poder del teatro para emocionarnos, para hacernos reflexionar, para conectarnos con lo más profundo de nosotros mismos. Es un encuentro íntimo y poderoso entre el actor y el espectador, un momento de pura magia que, sin duda, dejará una huella duradera en todos los que tengan la fortuna de presenciarlo.

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