martes, 4 de noviembre de 2025
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Next to Normal Immersive: cuando el teatro se convierte en herida luminosa

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Autores: Brian Yorkey y Tom Kitt.Concepto e idea: Pablo del Campo. Dirección general original: Simon Pittman. Dirección asociada: Mela Lenoir. Dirección Musical: Tomas Mayer Wolf. Intérpretes: Alice Ripley, J. Robert Spencer, Ema Giménez Zapiola, Alex Munton, Valentín Zanineli, Adam Pascal. Sala: CAI (Centro Audiovisual Inmersivo, Jorge Newbery 3039). Funciones: Vier. y sáb. a las 20 y 22; dom, a las 18 y 20. Nuestra calificación: excelente 

Escribo esta crítica todavía con un nudo en la garganta. Ese nudo que no cede ni con las horas y que es la marca más honesta de lo que viví en el Centro Audiovisual Inmersivo (CAI), en el barrio de Colegiales, esta tarde de domingo. Next to Normal Immersivo no fue un espectáculo más: fue un acontecimiento avasallador, un viaje emocional que redefinió los límites de lo que entiendo por teatro musical.

El corazón de esta experiencia late con los nombres de Alice Ripley y J. Robert Spencer, dos intérpretes que no necesitan presentación. Ambos fueron protagonistas de la producción original de Broadway, aquella que en 2009 sacudió al mundo del teatro, y que les valió —en el caso de Ripley— el Premio Tony a Mejor Actriz por su desgarradora Diana Goodman. Spencer, nominado en la misma temporada por su papel como Dan, se consolidó también como una figura fundamental en el éxito del musical. Tenerlos ahora, en Buenos Aires, retomando sus roles icónicos, fue presenciar no solo una reposición, sino un ritual de regreso cargado de historia, jerarquía y emoción pura.

Ripley volvió a habitar la piel de Diana con una intensidad casi insoportable de tan real. Su voz, con ese filo entre vulnerabilidad y fiereza, nos recordó por qué su interpretación quedó inmortalizada en Broadway. En este formato inmersivo, su cercanía no permitió distancia alguna: cada lágrima, cada quiebre vocal, se convirtió en una estocada directa al público. Spencer, como Dan, ofreció una contracara de nobleza y dolor contenido, construyendo un personaje que sostiene y se desmorona al mismo tiempo. Su presencia, serena y profunda, funcionó como columna vertebral de la tragedia.

Alice Ripley, la célebre protagonista de Broadway, ganadora del Tony por su interpretación de Diana. Foto gentileza MB

La obra se canta íntegramente en inglés, pero la experiencia se vuelve absolutamente accesible gracias a que en las paredes del CAI, proyectadas sobre el entorno inmersivo, aparecen los subtítulos en español, integrándose al espacio y a la acción escénica. Esta combinación única hace que el público pueda sentirse dentro de un Broadway trasladado a Buenos Aires, donde la emoción no conoce fronteras lingüísticas y cada palabra resuena con fuerza.

La participación virtual de Adam Pascal, otra leyenda del teatro musical, añadió un matiz innovador: su Dr. Madden surgió como un espectro tecnológico que encajó con naturalidad en la narrativa, recordándonos que la obra siempre dialoga con lo contemporáneo.

El dispositivo inmersivo fue mucho más que un recurso escenográfico: fue un lenguaje nuevo. Las proyecciones 360° de Desilence, el sonido  surround diseñado por Alejandro Zambrano, Gastón Briski y Nahuel Delgado, y la abolición de la escenografía tradicional nos arrojaron directamente a la mente de Diana. Cada nota, bajo la dirección musical de Tomás Mayer-Wolf, adquirió una vibración casi física. Canciones como “You Don’t Know” o “I Am the One” dejaron de ser simples números musicales para convertirse en experiencias corporales.

El público y sus protaognistas ingresan a la neurosis de Diana, como si fueran voyeurs del drama. Foto gentileza MB

La mirada de Simon Pittman, junto a la adaptación de Pablo del Campo y la dirección asociada de Melania Lenoir, tradujo con lucidez la dramaturgia de Brian Yorkey y Tom Kitt a este nuevo lenguaje. Lenoir, en particular, aportó una sensibilidad local que ancló el relato en nuestra piel porteña, logrando que lo universal se volviera íntimo, cercano, argentino.

El elenco argentino —Ema Giménez Zapiola, Valentín Zaninelli y Axel Munton— no solo acompañó, sino que dialogó con estas figuras internacionales de manera orgánica, demostrando la solidez y frescura de una generación llamada a crecer.

A la salida del CAI, el silencio del público era tan elocuente como los aplausos que habían resonado segundos antes. Caminábamos con la mirada baja, algunos con lágrimas todavía en el rostro, todos con esa extraña sensación de haber atravesado algo que no se explica con palabras. Ese nudo en la garganta era, en realidad, el recordatorio de que el teatro, cuando se convierte en verdad y en innovación, trasciende la categoría de espectáculo para transformarse en experiencia vital.

Next to Normal Immersive en Buenos Aires no solo honra un legado: lo eleva, lo expande y lo instala en un plano de jerarquía histórica. La conjunción de tecnología, dirección y, sobre todo, la entrega de sus protagonistas —Ripley y Spencer, dos nombres ya grabados en oro en la historia del musical— nos dejó transformados. Y yo, que suelo escribir desde la distancia crítica, confieso que esta vez lo hago desde la emoción más desnuda. Porque pocas veces una obra no solo se mira y se escucha: se vive, se padece y se recuerda como una herida luminosa en el alma.

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