José Carreras (Tenor). Verónica Cangemi (soprano). Director musical: David Giménez Carreras. Sitio: Movistar Arena (C.A.B.A.) Función: 31 de Mayo, 2025. Nuestra calificación: bueno.
El 31 de mayo pasado, el Movistar Arena de Buenos Aires se convirtió en un santuario de emociones, albergando la despedida de los escenarios argentinos de José Carreras, el tenor catalán cuya voz ha sido un faro de la lírica mundial durante más del medio siglo. Este concierto, cargado de nostalgia y gratitud, fue un homenaje a una trayectoria que ha marcado generaciones, pero también un evento que dejó preguntas abiertas sobre las decisiones artísticas y logísticas que lo rodearon. Acompañado por la soprano mendocina Verónica Cangemi y bajo la batuta de su sobrino David Giménez Carreras, el recital fue un testimonio de la grandeza de Carreras, aunque no exento de sombras que reflejan tanto las limitaciones vocales del presente como elecciones que no estuvieron a la altura de la ocasión.
José Carreras: Un legado que trasciende la voz
José Carreras, a sus 78 años, es mucho más que un tenor; es un símbolo de resiliencia, pasión y entrega. Su carrera, que comenzó en 1970 en el Gran Teatre del Liceu y lo llevó a compartir escenarios con gigantes como Plácido Domingo y Luciano Pavarotti en Los Tres Tenores, ha dejado una huella imborrable en la ópera mundial. Con más de 60 óperas en su repertorio, desde La Bohème hasta Carmen , y colaboraciones con directores como Herbert von Karajan, Carreras ha elevado la lírica a un arte universal. Su lucha contra la leucemia en los años 80 y la creación de la Fundación Internacional José Carreras para la Lucha contra la Leucemia añaden una dimensión humana que hace su legado aún más conmovedor.
En este concierto, Carreras presentó un repertorio que fue un recorrido por su vida artística: desde arias operísticas hasta canciones populares napolitanas y boleros, interpretados con la emotividad que siempre lo ha caracterizado. Sin embargo, es imposible ignorar que su voz, antaño un instrumento de precisión y calidez inigualables, muestra hoy los signos del paso del tiempo. La textura cascada de su registro, con momentos de fragilidad en los agudos y una proyección más contenida, evidencia el peso de los años y el impacto de su batalla contra la leucemia. Pese a ello, Carreras compensa estas limitaciones con una expresividad que trasciende la técnica. Su interpretación de El sueño imposible de El hombre de la Mancha fue un momento de profunda conexión emocional, donde cada frase destilaba la sabiduría de un artista que ha vivido y sentido cada nota. El público, plenamente consciente de estar presenciando un adiós, respondió con aplausos que parecieron abrazar no solo al cantante, sino a la historia que representa.
Verónica Cangemi: Una elección que despierta interrogantes
La elección de Verónica Cangemi como partenaire de Carreras generó expectativas, dado su renombre local y su trayectoria internacional. Formada en la Universidad Nacional de Cuyo y con experiencia en escenarios europeos, Cangemi se ha destacado en música barroca y roles mozartianos, con una discografía que incluye obras de Vivaldi y Händel, y reconocimientos como el Konex de Platino. Sin embargo, su actuación en este concierto dejó un sabor agridulce. Si bien mostró momentos jutos, como en el aria de las joyas de Fausto de Gounod y O mio babbino caro de Puccini, con su sus intentos de darles profundidad dramática como la presencia escénica necesaria para compartir escenario con una figura de la talla de Carreras. En los dúos, como Je te veux de Satie, la falta de química fue notoria, y su voz, aunque técnicamente correcta, no proyectó la autoridad ni la emotividad que una despedida histórica exigía.
Uno no puede evitar preguntarse por qué, en un país con un semillero lírico tan vibrante, no se optó por una de las voces emergentes que brillan en las temporadas recientes del Teatro Colón. Sopranos como María Belén Rivarola, Jaquelina Livieri o Montserrat Maldonado, quienes han asumido papeles principales con aclamación en producciones como Aida, Il Trittico, Orfeo en los Infiernos podrían haber aportado una frescura y una conexión más profunda con la ocasión. Estos artistas, con trayectorias que combinan talento local e impacto internacional, representan el presente y futuro de la lírica argentina. La elección de Cangemi, aunque respetable por su historial, parecía deslucida frente a la posibilidad de destacar a una de estas figuras emergentes, cuya energía y excelencia podrían haber elevado el concierto a un diálogo más equilibrado con la leyenda de Carreras.

Un costo que aleja al público popular
Otro aspecto que empañó esta despedida fue el costo de las entradas, que oscilaban entre $50.000 y $370.000. En un contexto económico como el de la Argentina actual, estos valores resultan prácticamente inalcanzables para el público general, especialmente para aquellos que han seguido a Carreras como un ícono de la lírica popular. Comparado con los precios más accesibles del Teatro Colón, donde una entrada para una ópera de primer nivel puede costar significativamente menos, esta realidad pone en cuestión la naturaleza de un concierto que debería haber sido una celebración inclusiva. Carreras, cuya carrera se ha caracterizado por acercar la ópera a las masas, merecía un adiós que reflejaa ese espíritu democrático, no uno que, por su exclusividad económica, se sintiera desconectado de la esencia de un país que lo ha abrazado como propio.
La orquesta y un homenaje que tocó el alma.
La orquesta, dirigida con precisión por David Giménez Carreras, fue un pilar sólido del concierto. Piezas como la obertura de Nabucco y el Vals nº 2 de Shostakovich resonaron con un brillante lirismo, brindando un marco bello para las voces. El homenaje al fallecido Ángel Mahler, productor del evento y figura clave en el teatro musical argentino, añadió una capa de emotividad. La dirección de su hijo, Damián Mahler, en un fragmento de Drácula, y las palabras de Cangemi grabándolo, conmovieron al público, que respondió con un aplauso cargado de respeto y nostalgia.
Un adiós que duele, pero perdura
La despedida de José Carreras en Buenos Aires fue un acto de amor mutuo entre un artista y su público. A pesar de las limitaciones de su voz, Carreras demostró que su legado es más grande que cualquier nota; es la historia de un hombre que ha dado todo por el arte y por los demás. Sin embargo, la elección de Verónica Cangemi, aunque fundamentada en su trayectoria, no logró estar a la altura de la ocasión, especialmente cuando figuras como Rivarola, Livieri o Maldonado podrían haber ofrecido un contrapunto más vibrante. Sumado a esto, los precios prohibitivos de las entradas alejaron a muchos de los que hubieran querido rendir homenaje a esta leyenda, traicionando el espíritu de un concierto que debería haber sido verdaderamente popular.
Este adiós, fue un recordatorio de por qué Carreras sigue siendo un ícono: su capacidad para emocionar, incluso en el caso de su carrera, es un regalo que Argentina no olvidará. Mientras las luces del Movistar Arena se apagan, el eco de su voz y su humanidad permanecía, como un canto eterno que trasciende el tiempo y las circunstancias.