Edén, recital de Joyce DiDonato, mezzosoprano, e Il Pomo D’Oro. Mozarteum Argentino 2024. Programa: canciones, arias y obras instrumentales de Charles Ives, Rachel Portman, Gustav Mahler, Marco Uccellini, Biagio Marini, Josef Myslivecek, Giovanni Valentini, Francesco Cavalli, Christoph W. Gluck y George F. Handel. Teatro Colón. Nuestra opinión: bueno
¡Qué sorpresa nos brindó Joyce DiDonato en el Teatro Colón! No se trató de un simple recital, oh no, fue toda una odisea escénica que podría haber hecho que el mismísimo Cirque du Soleil se sintiera intimidado. Desde el primer acorde, quedó clarísimo que asistíamos a un espectáculo semiescenificado, con una plataforma circular rodeada por aros que enmarcaban a la diva como si se tratara de un expositor de joyas. Y esos aros, no, no preguntes su significado: el misterio es parte del encanto.
La entrada de DiDonato por la parte trasera de la platea, avanzando a paso majestuoso hacia el escenario, fue un guiño encantador al teatro de vanguardia. Su interpretación de “The Unanswered Question” de Ives mientras se desplazaba por la sala, nos hizo preguntarnos si estábamos en un recital o en una performance artística destinada a desorientar al público.
Y por supuesto, no podemos olvidar el despliegue de luces que se encendían y apagaban con una frecuencia que hizo que varios en el público se preguntaran si estaban en medio de una rave o simplemente asistiendo a un recital ecologista de moda. La primera pieza del programa, con su canto ecologista muy a la moda, se complementó a la perfección con el resto de la propuesta, que parecía decir: “¿Por qué simplemente escuchar música cuando podemos también confundir todos nuestros sentidos?”
El programa, sin apenas interrupciones, incluyó: «The First Morning of the World» de Rachel Portman, «Ich atmet’ einen linden Duft» de los Rückert Lieder de Mahler, «Sinfonia à 5, No. 3, Op. 7» de Uccellini (un intervalo instrumental necesario para descansar la voz), «Con le stelle in ciel che mai» de los Scherzi e canzonette, Op. 5, No. 3 de Marini, «Toglierò le sponde al mare» de Adamo ed Eva de Mysliveček, «Nature, the gentlest mother» de Copland, «Sonata en sol menor ‘Enharmonica'» de Valentini, «Piante ombrose» de La Calisto de Cavalli, «Danza degli spettri e delle furie» de Orfeo ed Eurídice de Gluck, seguida por «Misera, dove son! … Ah! non son io che parlo» de Ezio, «As with rosy steps the morn» de Theodora de Haendel, y «Ich bin der Welt abhanden gekommen» de los Rückert Lieder de Mahler.
DiDonato mostró sus conocidas virtudes y limitaciones. Sensible y matizada, transmite con entrega y convicción. Sin embargo, su voz presenta ciertos desafíos: se mueve con relativa comodidad en la zona media de la tesitura, pero el paso al grave es evidente y carece de presencia, abriéndose en exceso cuando se fuerza para conseguir mayor volumen. La estadounidense resolvió con solvencia las piezas de menor exigencia (Ives, Portman, incluso Copland), pero sus limitaciones fueron más evidentes en otras obras, especialmente las de Mysliveček, Gluck, Cavalli y Haendel.
Hasta aquí, la parte musical, que para algunos podría haber sido lo menos interesante. El resto del espectáculo se adentró en el terreno del show, muy a lo americano, con un despliegue de glamour propio de Hollywood. Con micrófono en mano y una mezcla de itañol que podría haber causado estragos en cualquier clase de idiomas, DiDonato desató un discurso que bailó entre la ensoñación y la propaganda ecológica, insistiendo en un paraíso terrenal que probablemente solo existiera en sus fantasías.
Luego, para añadir un toque de auténtica originalidad, DiDonato lanzó un nuevo elemento propagandístico: el reparto de semillas para que los espectadores pudieran sembrarlas en sus casas. Así, el concierto se convirtió en una especie de seminario de jardinería. Para los encores, DiDonato explicó que en cada parada de la gira colaboraban con un coro local. En este caso, el Coro de Niños del Teatro Colón se presentó con un repertorio que se ajustaba a la perfección al mensaje de DiDonato. Primero, cantaron «Semillas de Esperanza», una composición escrita en el Reino Unido, himno del proyecto EDEN, creada por el Coro de Niños de Canterbury con Mike Roberts y traducida por Pablo Valderrábano. Luego, se regaló al público «Canción del Jardinero» de María Elena Walsh, en un arreglo especial de César Bustamante, preparado exclusivamente para esta ocasión.
Durante los encores, el mensaje era tan sutil como un martillo neumático: «cuidado con lo que comemos y consumimos». La utilización de niños y jóvenes para transmitir estos mensajes no es casual ni nueva; es casi una tradición en el arte del lavado de imagen.
En resumen, el éxito de este recital, que en realidad fue cualquier cosa menos un recital, puede definirse mejor como la promoción de una agenda ecológica basada en un trabajo discográfico con el mismo título que el show. Al final, lo que empezó como un concierto se transformó en un festín de propaganda.
