La Vedova Allegra, opereta en tres actos (adaptación en italiano: Gianni Santucci) . Música: Franz Lehár. Libreto: Victor Léon e Leo Stein (sobre “l’attaché d’ambassade”, de Henri Meilhac). FORM – Orchestra Filarmonica Marchigiana, Coro Lirico Marchigiano ‟Vincenzo Bellini”. Director musical: Mtro. Marco Alibrando. Maestro del coro: Christian Starinieri. Regia: Arnaud Bernard. Interpretes: Barone Mirko Zeta: Alberto Petricca. Valencienne: Cristin Arsenova. Conte Danilo Danilowitsch: Alessandro Scotto di Luzio. Hanna Glawari: Mihaela Marcu. Camille de Rossilon: Valerio Borgioni. Visconte Cascada: Cristiano Olivieri. Raoul de Saint-Brioche: Francesco Pittari. Bogdanowitsch: Giacomo Medici. Sylviane: Laura Esposito. Kromow: Stefano Consolini. Olga: Federica Sardella. Pritschitsch: Davide Pelissero. Praskowia: Elena Serra. Njegus: Marco Simeoli. Producción general: Associazione Arena Sferisterio per il Macerata Opera Festival 2025. Nuestra calificación: muy buena.
El pasado 27 de julio de 2025 tuvo lugar la segunda función de La Vedova Allegra bajo un cielo nuevamente tormentoso. Días atrás, luego de una prolongada espera por parte del público y los músicos, se debió suspender la “prima” de Lady Macbeth por razones climáticas que no parecen dar el brazo a torcer día a día del festival. Sin embargo, y para nuestro disfrute, la noche del domingo 27 de julio venció el arte.
Por elección del director musical, el Mtro. Marco Alibrando, durante la opereta nos encontramos con algunos fragmentos musicales que no pertenecen a Lehár, incorporados para servir al fin dramático de la escena. Así se inició la función: escuchamos una adaptación orquestal de la marcha fúnebre de Chopin, proveniente de la Sonata N.º 2, Op. 35, mientras los cantantes, miembros del coro y figurantes desfilaban desde la platea hacia el escenario en su cortejo fúnebre. La música de Chopin, los inciensos encendidos por parte de los figurantes y la experiencia inmersiva del cortejo, que, a su paso, alzaba llantos y quejidos in crescendo desde la platea, fueron el primer gran acierto de esta producción.
La trama, que se yergue en la embajada del Pontevedro en París, fue acompañada por una puesta caracterizada por cuadros fijos de estética Belle Époque, dejando a merced del elenco y coro el flujo de movimiento para recrear el alma de las fiestas aristocráticas de la época en el gran escenario del Sferisterio.

Como hemos comentado con anterioridad, la dirección musical estuvo a cargo del Mtro. Marco Alibrando, un joven director de orquesta que tuvo un reciente debut en nuestro país en 2024, bajo el programa Divina Italia del Istituto Italiano de Cultura en el Teatro Colón, y que recientemente, el pasado 29 de junio, tuvo su debut en el Teatro alla Scala di Milano frente a la orquesta de la Academia del Teatro alla Scala. Su trabajo interpretativo nos ofreció una lectura de la partitura viva y dinámica, sabiendo obtener de la Orquesta Filarmónica Marchigiana una concertación más que interesante en los dos aspectos principales que podemos observar del espíritu de Lehár en la obra: la jovialidad audaz y encantadora de los fragmentos musicales de estilo húngaro, así como los refinados, profundos y elegantes clímax presentes en el segundo y tercer acto.
La destreza del Mtro. Alibrando nos ofreció una orquesta equilibrada, con buenos empastes tímbricos, una interesante concepción de dinámicas y tempi, así como un claro sentido del fraseo general, perceptible especialmente en el segundo acto con el Vilja-Lied. Con especial énfasis, que luego comentaremos a propósito de los cantantes, la velada alcanzó un alto nivel de concertación en el duetto de Camille de Rossillon y Valencienne, momento donde, casi en recuerdo de un lejano Tristan und Isolde, la escritura de Lehár se vuelve más compleja, tensional y seductora. Allí, el Mtro. Alibrando supo rescatar con fineza y perspicacia una lúcida concepción de fraseo, empaste y color orquestal, sin perder en absoluto una excelente comunicación con el dúo en escena, sabiamente acompañado con un tempo abierto a las más sutiles fluctuaciones.
Elenco:
En términos generales, hay que destacar la enorme entrega y capacidad actoral del elenco. Su disposición generó una grata recepción en el público, que se gestó rápidamente con el transcurrir de la obra.
Mihaela Marcu, en el rol de Hanna Glawari, con una gran versatilidad vocal, logró ofrecer una digna Vedova Allegra que raya entre diva y enamorada, jugando con un encanto escénico que fascinó al público. Alcanzó su clímax con el Vilja-Lied del segundo acto, donde el frenético discurrir entre fiestas de la opereta encuentra un reposo de ninfas, bajo los encantadores relatos de Glawari.
Alberto Petricca, en el rol del Barón Mirko Zeta y con gran presencia vocal, nos ofreció una vivaz representación escénica que atrajo de inmediato al público en sus encuentros y desencuentros con la Baronesa, y más particularmente en la complicidad con su personaje y Njegus.
Por su parte, Cristin Arsenova, como Valencienne, encantó con su carácter extremadamente versátil durante toda la obra: desde su aspecto libertino en escena, pasando por sus memorables líneas en duetto con Camille de Rossillon, su desenvolvimiento brillante en las astucias extramatrimoniales, hasta su sorprendente participación coreográfica con los bailarines del tercer acto, realizando incluso algunos movimientos audaces para representar el ambiente del Maxim’s. Fue protagonista de uno de los momentos más exquisitos de la velada con el duetto del segundo acto entre Valencienne y Camille, luciendo una coloratura con refinadas sutilezas vocales dadas por el contexto pasional del duetto.
Debemos, ahora sí, hacer mención especial de Valerio Borgioni, quien, en el rol de Camille de Rossillon, brilló por su impecable desempeño vocal, logrando un manejo del fraseo, clímax y proyección apabullantes. Supo ofrecer al público un auténtico Camille, que en su desesperada pasión pone alma en el canto y sus palabras. La culminación de aquellos destacados momentos se encontró en el duetto del segundo acto, dejándonos un memorable final: “Là in quel chiosco… vedi là…”, donde la partitura, por su encanto, supera la idea de un amor vulgar, llevándolo a un nivel de pasión quasi trascendente.
El Conte Danilo Danilowitsch, presentado por Alessandro Scotto di Luzio, fue otra gran sorpresa de la velada, sabiendo encarnar las facetas libertinas y pasionales. Di Luzio cautivó al público particularmente en su sobresaliente “Vo da Maxim’s, allor…” y en el aclamado Lippen Schweigen o “Tace il labbro”.

Sin embargo, por su complicidad con el público en su papel de intermediario en los tejidos amorosos, el favorito indiscutido de la audiencia fue Njegus, encarnado por el actor y director Marco Simeoli. Sus juegos de palabras, sus chistes y su conexión con el Barón Mirko Zeta tejieron desde el principio una unión de complicidad inquebrantable con el público, que le brindó una oleada de aplausos al final.
A pesar de los inconvenientes climáticos, que obligaron a detener la ejecución de la obra en dos ocasiones con gran incertidumbre, La Vedova Allegra concluyó de gran forma, con aplausos fervorosos del público, fuegos artificiales y un interesante, casi fellinesco, saludo final por parte de elenco, figurantes, coro, cuerpo de ballet y producción, que mantuvieron un ritmo marcado junto a la orquesta, tocando hasta el final del mismo.
