domingo, 21 de septiembre de 2025
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La tragicomedia «argenta», cornudos trending y grotescos de exportación

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La sociedad porteña y me incluyo, esa gran carpa de circo donde el escándalo y la sátira son los platos fuertes, se relame con la “corneada” de Gimena Accardi a Nicolás Vázquez y aplaude a rabiar el éxito de Homo Argentum, esa película que, suponemos, se burla de nuestras miserias con la sutileza de un martillo. ¡Qué espectáculo mordaz, qué grotesco criollo al mejor estilo Discépolo, pero con Wi-Fi y hashtags! Es una comedia de enredos que nos hace reír hasta que se nos escapa una lágrima, un tango bailado con zapatillas gastadas en el que todos somos comparsas.

Primero, el culebrón estelar: la “cagada” de Accardi, como ella misma la llamó con ese refinamiento tan nuestro, una traición que dinamitó 18 años de amor con Vázquez y que los medios porteños devoran como si fuera el último choripán de la parrilla. ¡Qué festín! Los programas de chismes, esos gladiadores del morbo, desmenuzan cada detalle: el perdón de Vázquez (que no alcanzó para salvar el matrimonio), las teorías sobre el misterioso tercero en discordia, las redes sociales explotando con memes que convierten a Nico en el santo patrón de los cornudos. Es una carnicería mediática, y nosotros, los espectadores voraces, nos sentamos en primera fila, celular en mano, comentando como si fuéramos jueces de un reality show. ¡Mordaz, sí! Porque aquí la privacidad es un chiste malo, y el dolor ajeno, un manjar que se consume con pochoclos. Accardi se defiende en entrevistas, Vázquez juega al mártir con cara de galán sufrido, y el público –oh, el público– se deleita en el circo, compartiendo capturas de pantalla mientras murmura “pobre Nico” con una sonrisita culpable. Es la Argentina del siglo XXI: donde el escándalo no es noticia, es oxígeno.

Y luego, la otra cara de la moneda, brillante y burlona: el éxito de Homo Argentum, esa obra que, imaginamos, es una sátira descarada del “hombre argentino”, ese ser mítico hecho de mate, deudas y crisis existenciales. Las salas de cine rebosan, los críticos aceptamos o no el film (probablemente entre un café y un tuit sobre Accardi), y el público aplaude como si reírse de sí mismo fuera un acto de redención. Pero, ¡vaya ironía mordaz! Celebramos una película que nos pone un espejo delante, pero esquivamos mirarlo de frente. ¿Acaso Homo Argentum no es el reflejo de nuestras contradicciones, de esa habilidad única para reírnos de la tragedia mientras el país se tambalea como un castillo de naipes? Es puro grotesco: nos reímos de nuestra propia decadencia, aplaudimos la caricatura de nuestros vicios, pero seguimos siendo los mismos que alimentan el machismo, el chisme y la hipocresía que la película –y el escándalo de Accardi– exponen sin piedad.

Y aquí está el meollo del asunto, la puñalada disfrazada de chiste: esta sociedad adicta al espectáculo, que convierte una ruptura de 18 años en un culebrón y una sátira en un himno, está atrapada en un loop grotesco. Mientras devoramos la “corneada” y celebramos Homo Argentum, ignoramos la tristeza que respira en cada rincón. Porque detrás del circo hay un drama real: una pareja rota, un hombre que perdona pero no olvida, una mujer linchada por la tribuna virtual. Vázquez, con su gesto de perdón, es el héroe trágico que nadie respeta; Accardi, la villana que todos juzgan mientras esconden sus propios secretos. Y nosotros, los argentinos, somos los extras de esta farsa, riendo para no enfrentar el vacío, consumiendo titulares y entradas de cine para olvidar la inflación, la inseguridad, el “siempre estamos a un paso de tocar fondo, pero nunca llegamos”.

Es un grotesco perfecto, una danza macabra donde la risa y el llanto se abrazan. Somos una sociedad que se ríe de sus heridas, pero no las cura; que aplaude el arte que la critica, pero no cambia; que convierte el dolor en trending topic y la sátira en escapismo. Y en esa contradicción, en esa mueca de payaso triste, está la esencia de lo que somos: un país que vive de tangos y memes, de traiciones y risas, de espejos que evitamos mirar. Pero, ¿sabés qué? Demos una vuelta de tuerca, un guiño final para no ahogarnos en la melancolía: quizás el verdadero Homo Argentum no está en la pantalla, sino en el próximo capítulo del culebrón, cuando Accardi y Vázquez terminen protagonizando una comedia romántica juntos, reconciliados en un final feliz digno de Netflix. ¡Total, en Argentina, hasta las tragedias terminan con un asado y un brindis! 😜

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