La Bayadera: Ballet en tres actos (1877), basado en textos del poeta indio Kālidāsa – Libreto
Serguei Judekov y Marius Petipa – Música Ludwig Minkus – Coreografía Mario Galizzi. Reposición coreográfica: Leonardo Cuestas, Natalia Saraceno
Vagram Ambartsoumian. Supervisión general de la obra
Agustina Galizzi. Dirección musical: Manuel Coves. Escenografía Verónica Cámara. Vestuario Valeria Montagna. Iluminación Rubén Conde. Ballet Estable del Teatro Colón. Dirección Mario Galizzi. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires.
Reparto: Nikiya, La Bayadera Camila Bocca. Solor, rico sultán y renombrado guerrero Federico Fernández. Gamzatti, hija del Rajá Ayelén Sánchez. Gran Brahmán
Nahuel Prozzi. Raja Dugmanta Igor Vallone. Fakir Madgavaia Emanuel Abruzzo. Ídolo de oro Jiva Velázquez . Nuestra calificación: bueno.
Desde su estreno en 1877, La Bayadera ha sido celebrada como un ícono del ballet clásico gracias al rigor técnico y la maestría coreográfica de Marius Petipa. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta obra también ha sido objeto de cuestionamientos debido a su representación estereotipada de la cultura del sur de Asia, enmarcada en un exotismo que perpetúa visiones.
En la versión presentada por el Teatro Colón como cierre de su Temporada 2025, Mario Galizzi elige mantenerse fiel a los cánones tradicionales. A pesar de las posibilidades de resignificación que ofrecen los tiempos actuales, esta puesta en escena no se aparta de la estructura original, reforzando una visión estática y ya caduca en un contexto donde se busca cada vez más cuestionar y evolucionar los relatos artísticos.
El diseño escénico sencillo y esquemático de Verónica Cámara, el vestuario de Valeria Montagna y la iluminación de Rubén Conde, aunque técnicamente competentes, carecen del esplendor y la opulencia esperados en esta obra. La austeridad de la producción, que podría atribuirse a limitaciones presupuestarias, acentúa aún más la falta de una propuesta conceptual innovadora.
El orientalismo, esa representación superficial y exotizante del «Oriente misterioso», se hace evidente en los vestuarios y en la ambientación, que replican clichés culturales en lugar de aportar una mirada fresca o reflexiva. Aunque la promesa de «descubrir la belleza de la técnica pura» se cumplió, el ballet dejó de lado una revisión crítica necesaria, perpetuando un relato que, en pleno 2024, resulta opresivo y obsoleto.

Desde el punto de vista interpretativo, el elenco ofreció actuaciones destacadas. Camila Bocca brilló como Nikiya, aportando una sensibilidad conmovedora a cada movimiento, mientras que Federico Fernández encarnó con fuerza al príncipe Solor.

Ayelén Sánchez, como Gamzatti, se destacó por su precisión y carácter en escena.

Se podría decir que el momento más venerado de La Bayadère es el tercero, «El reino de las sombras». En una cascada hipnótica de tutús blancos, las sombras (espíritus de las bayaderas que murieron por amor) descienden por una rampa, una a una, en una secuencia repetitiva de arabescos. El conjunto de sombras de la noche del estreno dominó esta escena meditativa con simetría, líneas corporales equilibradas y un elegante épaulement. Las tres solistas que bailaron las técnicamente desafiantes las «Variaciones de las sombras»; Stefania Kesell, Milagros Niveyro y Laura Domingo ofrecieron excelentes actuaciones.

La imagen final de este ballet es conmovedora; a medida que el telón se va cerrando lentamente, Nikiya y Solor se reunen en la muerte, su amor mutuo, prohibido en el mundo mortal, finalmente puede liberarse.
Sin embargo, más allá de la correcta técnica, esta producción subraya una limitación significativa: la ausencia de un esfuerzo por transformar un relato que, en su esencia, reproduce dinámicas de opresión. En una era en la que el arte busca cuestionar, reflexionar y dialogar con su contexto, La Bayadera de Galizzi se conforma con la comodidad de la tradición. Aunque la técnica es innegable, esta elección plantea una pregunta crucial: ¿no es el momento de arriesgarse y reimaginar estas historias para que resuenen con los valores y desafíos de nuestro tiempo?