Violeta Ikari (canto) y Aléxandros Tzouganákis (canto y laúd). Geórgios Papajristoúdis (piano y dirección musical). Vasílios Korakákis (bouzoúki), Ioánnis Stamatogiánnis (bouzoúki), Apóstolos Valaroútsos (guitarras), Emmanouíl Grysbolákis (acordeón), Konstandínos Konstandínou (bajo), Evstrátios Samniótis (percusión), Dimítrios Jristodoulákis (batería), Apóstolos Vangelákis (flatutas, clarinete), Antónios Zajópoulos, Evángelos Kouloúris, Ioánnis Maniatákos (equipo técnico, ingenieros de sonido e iluminación). Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125, Buenos Aires, Argentina)
Buenos Aires, Argentina, 14 de Noviembre,2025. Con el Teatro Coliseo completamente colmado y una comunidad helénica expectante, Giórgos Daláras regresó anoche a la Argentina para ofrecer su tercera presentación en el país. El reconocido cantante griego, cuya trayectoria internacional continúa en ascenso, confirmó una vez más por qué es una de las voces más representativas de la música popular helénica.
La velada se abrió con un preludio a cargo de una orquesta integrada por músicos de sólido nivel, entre ellos dos intérpretes de bouzoúki, instrumento tradicional poco frecuente en nuestros escenarios. Tras esta introducción, Daláras apareció en escena y se dirigió al público con visible emoción: recordó que habían pasado 25 años desde su última actuación en Buenos Aires —en el Auditorio de Belgrano— y relató su reciente visita a las Escuelas Primaria y Secundaria de la Comunidad Griega, donde destacó el valioso trabajo de los docentes.
Aunque no lo mencionó, el artista fue ha sido sido nombrado en esta visita Huésped de Honor por la Legislatura porteña.
Acompañado por los jóvenes Violeta Ikari y Aléxandros Tzouganákis, Daláras alternó piezas en conjunto y momentos solistas. Cada vez que el cantante dejaba brevemente el escenario, sus compañeros demostraban amplio dominio vocal; Tzouganákis, además, exhibió un notable virtuosismo en el laúd.

La respuesta del público fue inmediata: las canciones fueron coreadas con entusiasmo y la sala entera se convirtió en una auténtica celebración, que se extendió durante casi tres horas.
En un pasaje distendido, Daláras comentó que desde su última visita se había convertido en abuelo. Sin embargo, su energía escénica —inagotable y contagiosa— y su expresividad vocal contradicen cualquier referencia a la edad. Con guitarra en mano y una afinación impecable, mantuvo una sintonía perfecta con la orquesta y con los jóvenes que lo acompañaron.
Hacia el final, el repertorio se orientó hacia sus primeros éxitos, lo que generó una reacción entusiasta en un público que los reconoce desde hace décadas (en el caso de este cronista, desde los inicios del aprendizaje de la lengua griega). Sonaron “Tus ojos de bengala”, “Todo bien, todo hermoso”, “El reloj”, “El destino”, “No tienes la culpa” y otras piezas emblemáticas.
Como es habitual en él, cerró la noche presentando uno por uno a los músicos —algunos hijos de figuras clave de la música tradicional griega—, al equipo técnico y a los productores. El broche final fue “Hasta siempre, Comandante”, de Carlos Puebla y los Tradicionales (1965), coreada con fervor por toda la sala. Un cierre contundente para una noche que sin duda quedará en el recuerdo.
