martes, 7 de octubre de 2025
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Juventus Lyrica y un Macbeth donde el canto fue rey y la escena peón

LECTURA RECOMENDADA

Macbeth, basado en tragedia literaria de W. Shakespeare. Música: Giuseppe Verdi. Libreto en italiano: Francesco Maria Piave y Andrea Maffei. Dirección escénica: Ana D’Anna. Dirección musical: André Dos Santos. Dirección de coro: Pablo Manzanelli. Elenco: Macbeth
Juan Salvador Trupia; Lady Macbeth María Belén Rivarola; Banquo
Mario De Salvo; Macduff Ramiro Pérez; Malcolm Santiago Delpiano, Dama de compañía Elisa Gartne; Médico / Sicario Agustín Albornoz;Rey Duncan Giorgio Zamboni; Fleance Manuel Brenner; Heraldo del rey Duncan Nicolás Tumini; Brujas en altura María Sol Giberti, Andrea Edith Mansilla, Marina Alaniz. Sala: Teatro Avenida (Avda. de Mayo 1222). Función: 12 de Septiembre, 20 hs. Nuestra calificación: buena

El estreno de Macbeth de Giuseppe Verdi por Juventus Lyrica trajo consigo un elenco vocal sólido, con intérpretes capaces de sostener el peso verdiano incluso en medio de ciertas limitaciones escénicas y orquestales. La dirección de André Dos Santos condujo con profesionalidad, aunque la orquesta reducida en número se tradujo en una sonoridad menos afirmada, con carencia de esos efectos sombríos y densos que Verdi concibió y que resultan distintivos en la obra del gran maestro de Busseto. Esa falta de masa instrumental restó oscuridad y poderío a momentos que piden una textura más abismal, más rugosa, más fatal.

María Belén Rivarola debutó como Lady Macbeth con un arrojo que merece destacarse. Conquistó un rol reservado a sopranos dramáticas desde una voz de lirismo flexible, hilando pianísimos delicadísimos con ataques incisivos y un fraseo que combinó seducción y abismo. Su “Vieni! t’affretta!” mostró fuego inmediato; en “La luce langue” logró hipnosis sonora; y en la escena del sonambulismo se adentró en el territorio de la locura con contrastes dinámicos que estremecieron. Escénicamente, habitó la contradicción de poder y fragilidad con inteligencia teatral.

María Belén Rivarola (Lady Macbeth). Foto gentileza Liliana Morsia, Juventus Lyrica

Juan Salvador Trupia ofreció un Macbeth de notable densidad vocal, barítono de centro oscuro y agudos firmes. Su “Mi si affaccia un pugnal” fue un viaje de dudas y delirios, mientras que los dúos con Rivarola funcionaron como un duelo de pasiones: seducción, violencia, ambición y miedo. Trupia supo fundirse en esa psicología quebrada, sin perder nunca la línea de canto verdiana, siempre con fraseo cuidado y presencia magnética.

Juan Salvador Trupia (Macbeth), foto gentileza Juventus Lyrica

Mario De Salvo como Banquo resultó otro de los pilares de la noche: nobleza vocal, timbre rotundo y fraseo impecable. Su “Come dal ciel precipita” fue uno de los grandes momentos del espectáculo, mostrando legato amplio y hondura emocional. Banquo emergió como contrapeso moral frente a Macbeth, con dignidad y fatalismo en cada frase.

Ramiro Pérez brindó un Macduff correcto, con una interpretación satisfactoria de su aria “Ah, la paterna mano”. Cumplió con el rol, aunque sin sobresalir, manteniendo una línea expresiva digna que sostuvo el dramatismo del cuarto acto sin desbordes ni fisuras.

El gran hallazgo estuvo en Agustín Albornoz, doblemente destacado: por un lado, como Sicario de Macbeth, encargado de anunciar la muerte de Banquo y la huida de su hijo; y, por otro, como Médico en el último acto, testigo impotente de la locura irreversible de Lady Macbeth. En ambos registros, su bella voz con centro robusto, firmeza de emisión y una clara dominación vocal hicieron que papeles habitualmente secundarios adquirieran un relieve inesperado. Albornoz supo transformar breves intervenciones en momentos memorables, subrayando su proyección artística.

Santiago Delpiano, en Malcolm, aportó claridad y nobleza, particularmente en el concertante final. La Dama de compañía Elisa Gartner acompañó con sensibilidad, y el trío de brujas en altura —Giberti, Mansilla y Alaniz— brindó un ensamble misterioso y efectivo. Y no me olvido de Rey Duncan Giorgio Zamboni, Fleance Manuel Brenner, Heraldo del rey Duncan Nicolás Tumini.

En cuanto a la puesta de Ana D’Anna, la acumulación de practicables limitó la fluidez dramática: la intención minimalista quedó a medio camino entre el recurso abstracto y la obstrucción visual. A esto se sumó que las marcaciones teatrales fueron poco perceptibles; en más de un momento daba la impresión de que los cantantes estaban a la deriva. Sin embargo, su talento escénico les permitió autopautarse y generar climas convincentes, sobre todo en el brindis y en la célebre escena del sonambulismo, donde supieron guiarse con instinto y musicalidad.


En ese momento sentí que emergia mi otro yo, el Dr. Merengue…
¿Crítica? ¡Vamos, hombre! Esos practicables eran una invasión: más tablones que en un depósito de corralón. ¿Minimalismo? ¡Tetris con amenaza de derrumbe!

La escenografía intentaba marcar sobriedad y la coreografia teatral…
Sobriedad, dices. Tres pasos adelante, mirada al frente, gesto congelado. Y las marcaciones, brillando por su ausencia: parecían todos huérfanos de dirección. Menos mal que ellos mismos pautaban escena; si no, el brindis se quedaba sin chispa y el sonambulismo sin espanto.

Foto gentileza Juventus Lyrica

Pero no olvidemos que las voces se impusieron con fuerza.
¡Claro! Rivarola debutó con veneno envuelto en terciopelo: pianísimos como caricias, agudos como estiletes. Trupia fue pura densidad trágica, un Macbeth con voz y alma. Y De Salvo, Banquo de hierro, que con un aria llenó la sala de nobleza.

¿Y qué me dices de los secundarios?
Pérez, correcto en su Macduff. Sin estridencias, cumplió. Pero Albornoz, ¡ay, Albornoz! Ese centro robusto, esa voz dominadora… ¡transformó un Sicario y un Médico en protagonistas por minutos! El público lo notó: un secundario que no sonó a secundario.

¿Y la orquesta?
Ay, amigo, allí estuvo la grieta. Una masa orquestal reducida que no logró dar la sombra ni el peso que Verdi pide. Faltaron graves, faltó densidad. Macbeth sin abismo sonoro pierde algo de su esencia. Verdi no se bebe en copa de cristal, se bebe en cáliz oscuro.

Entonces…
Entonces, Sergio, tuvimos un elenco de lujo, voces que brillaron por encima de todo, pero encerradas en una escenografía pobre, con marcaciones fantasmales y acompañadas por una orquesta demasiado pequeña para el monstruo verdiano. Eso sí: cuando Rivarola, Trupia, De Salvo y Albornoz cantaron, no hubo practicable ni falta de violoncellos que pudieran tapar el verdadero poder de Verdi.

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