miércoles, 10 de septiembre de 2025
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Jessica Pratt y Fede: cuando la ópera se transforma en un canto de esperanza

LECTURA RECOMENDADA

A poco de debutar en el Teatro Colón, uno siemrpe dice que hay voces que deslumbran, y hay voces que iluminan.
Jessica Pratt, la soprano de coloratura que hace vibrar al Teatro alla Scala, al Metropolitan Opera y a la Ópera de Viena, pertenece a esa estirpe rara de artistas cuya voz no solo acaricia al público, sino también a los más olvidados: los animales que sufren en silencio.

En un mundo donde la belleza suele apagarse en los aplausos, ella eligió encenderla más allá de las candilejas. Su vida, entrelazada con arias imposibles y noches de gloria, se volvió aún más intensa el día en que el destino la cruzó con Fede, un perro maltratado que llevaba en los ojos el peso de la soledad y de la crueldad humana.


El milagro de Fede

Jessica no vio en Fede un cuerpo herido, sino un alma necesitada de amor.
Lo rescató, lo abrazó, lo llevó consigo a ensayos, a clases y a viajes, convirtiéndolo en su sombra fiel. Allí, donde el dolor había dejado cicatrices, floreció la ternura. Allí, donde hubo abandono, nació la confianza.

Y así como su canto levanta catedrales invisibles en el aire, su gesto con Fede levantó un templo íntimo de compasión.
Cada vez que Jessica entona una nota, él escucha. Cada vez que Fede la mira, ella recuerda que la bondad también puede sonar como una ópera.


Un palcoscenico per due: el eco de la esperanza

De ese encuentro nació Un palcoscenico per due, un libro infantil escrito junto a Mauro Neri.
No es solo un cuento: es un himno.

En sus páginas se cuenta la travesía de un perro maltratado hacia la dignidad, pero también se celebra la fuerza del amor como redención.

Las ilustraciones invitan a los niños a mirar a los animales como seres con historias propias, y al mismo tiempo, les abren la puerta mágica de la ópera: un mundo donde las emociones se convierten en música y las heroínas luchan por hacerse escuchar.

El libro no es simplemente literatura: es un abrazo impreso, un canto escrito para que la compasión sea, desde la infancia, una melodía inolvidable.


Un legado que late

Jessica Pratt no solo rescata animales: rescata miradas, rescata silencios, rescata lo que muchos prefieren no ver.
En cada perro y gato que ha acogido queda un compás de ternura; pero en Fede, su musa de cuatro patas, encontró un espejo de sí misma: un ser que supo transformar el dolor en belleza.

Su activismo no es discurso: es poesía hecha gesto.
Es una sinfonía de pequeñas acciones que, juntas, componen la partitura de un mundo más justo.

Con Un palcoscenico per due, Jessica no escribió un simple libro: compuso una obra maestra de sensibilidad.
Cada palabra es una caricia, cada página un acorde que vibra con la misma intensidad que su voz en Lucia di Lammermoor.

En el escenario de la vida, Jessica Pratt no canta sola: canta por todos los que alguna vez fueron callados.
Y en ese canto, luminoso y tierno, nos recuerda que el verdadero arte no termina en un aplauso: comienza en un acto de amor.

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