Vivaldi, Hotel Metamorphosis.
INTÉRPRETES
Gianluca Capuano, Dirección
Barrie Kosky, Dirección de escena
Michael Levine, Diseño de escena
Klaus Bruns, Diseño de vestuario
Franck Evin, Diseño de iluminación
Les Musiciens du Prince – Monaco
rocafilm, Videoarte
Olaf Schmitt, Dramaturgia
Il Canto di Orfeo
Jacopo Facchini, Dirección de coro
Otto Pichler, Coreografía
Cecilia Bartoli, Mezzosoprano
Nadezhda Karyazina, Mezzosoprano
Lea Desandre, Mezzosoprano
Philippe Jaroussky, Contratenor
Angela Winkler, Mezzosoprano
En el corazón del Festival de Verano de Salzburgo 2025, Hotel Metamorphosis irrumpe como una apuesta desmesurada: un pasticcio barroco tejido con fragmentos de Vivaldi, bajo el pulso vibrante de Gianluca Capuano y la dirección escénica del siempre provocador Barrie Kosky. El elenco —liderado por la incombustible Cecilia Bartoli, junto a Philippe Jaroussky y Lea Desandre— es sencillamente de primerísimo nivel. La actriz Angela Winkler, devenida narradora-oráculo en la piel de Orfeo, aporta un contrapunto actoral que hilvana la acción a través de monólogos que oscilan entre lo poético y lo performático.

La escenografía de Michael Levine, ese hotel mutante donde los mitos se hospedan y se corrompen, es una visión tan delirante como eficaz. Y qué decir de las coreografías de Otto Pichler: un cabaret dionisíaco que se desborda en cada intersticio musical.
Pero… oh, el «pero».
Cuatro horas de espectáculo son una hazaña incluso para el más devoto de los melómanos. La dramaturgia fragmentaria se convierte por momentos en una espiral agotadora, una centrifugadora de arias que amenaza con licuar el núcleo emocional. A pesar del virtuosismo interpretativo —con Bartoli sublime en su lamento de Il Farnace—, no todas las piezas alcanzan igual vuelo. ¿Es este pasticcio una sinfonía de excesos? ¿Una ofrenda barroca… o una orgía conceptual que se nos va de las manos?
Y entonces… entra el Dr. Merengue:
¡Viejo cascarrabias, salí de tu tumba dorada en la Scala y venite al presente, por Dios! Esto no fue un espectáculo… ¡fue un carnaval de dioses empastillados! Hotel Metamorphosis es una fiesta lisérgica, un Vivaldi remixado por los DJ del Olimpo, ¡y vos ahí con tu partitura bajo el brazo como si vinieras de misa!

© SF/Monika Rittershaus

© SF/Monika Rittershaus
¿Duró cuatro horas? Sí. ¿Y qué? ¡Duró lo que tenía que durar! Bartoli no canta, invoca. Es Medea, es Alecto, ¡es la reina madre de todos los pasticcios! Jaroussky te acaricia el alma con voz de nube y Desandre te lanza a un abismo de belleza dulce. ¡Y ni hablemos de los bailarines de Pichler! ¡Eso no fue danza, fue posesión! Un aquelarre con pelucas empolvadas y glitter hasta en las medias.

© SF/Monika Rittershaus
El hotel de Levine es el hotel de tus sueños más turbios. Y Winkler —¡qué maravilla, esa Orfeo en delirio punk!— se despacha con monólogos que parecen escritos por Artaud después de un after en Berlín. ¿Querías orden? ¡Comprate un metronomo y andate a ver La clemenza di Tito! Esto fue un ritual. Un happening. Un aquelarre barroco que te despeina el alma.
El Crítico Tradicional, aferrado a su libreto:
Querido Dr. Merengue… te sobra entusiasmo, te falta criterio. Aprecio el vértigo de la propuesta, sí. Pero me niego a confundir exceso con genialidad. Kosky peca de desmesura: parece un niño eufórico con todos los juguetes del teatro barroco al mismo tiempo. La música de Vivaldi pide respirar, no ahogarse entre monólogos interminables y coreografías que rozan la epilepsia. Esto no fue un homenaje, fue una licuadora. El arte necesita forma. Dirección. Estructura. Y aquí, todo eso fue sacrificado en el altar del “más es más”.
Y el Dr. Merengue, en su salsa:
¡Ay, mi sexagenario amigo! Vos ves caos donde hay cosmos. Hotel Metamorphosis no es para espectadores tibios con catalejo académico. ¡Es para lanzarse al abismo con peluca barroca y copa en mano! ¿Querés estructura? ¡Andate a Bayreuth! Esto fue Vivaldi como nunca lo soñaste: erótico, bestial, sagrado y kitsch. Un buffet de pasiones donde te servís con las manos. Si te perdiste entre monólogos, será porque estabas tomando nota, no viviendo. ¡Soltate el moño y bailá, carajo!

Conclusión: ¿Hotel o manicomio de genios?
El Crítico Tradicional —sereno, exigente— admira la ambición del proyecto, pero lamenta su dispersión. Dr. Merengue —ebrio de pasión barroca— celebra el exceso como virtud. Ambos coinciden en algo: Hotel Metamorphosis es una experiencia total. ¿Una obra maestra incontenible o un delirio narciso?
Salí de la Haus fur Mozart sin saber si había presenciado un acto de arte supremo… o una rave barroca con toga . Pero eso sí: inolvidable.