martes, 7 de octubre de 2025
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Festival de Salzburgo: Descuartizando a Hoffmann, Cuando la realidad supera a la ficción

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Orquesta Filarmónica de Viena / Marc Minkowski (director). Grosses Festspielhaus, Salzburgo, 30.8.2024. Dirección – Mariame Clément Diseño – Julia Hansen Iluminación – Paule Constable Vídeo – Étienne Guiol y Wilfrid Haberey Coreografía – Gail Skrela Dramaturgia – Christian Arseni Dirección del coro – Alan Woodbridge

Hoffmann – Léo Vermot-Desroches , Stella / Olympia / Antonia / Giulietta – Kathryn Lewek , Lindorf / Coppélius / Dr Miracle / Dapertutto – Christian Van Horn , Muse / Nicklausse – Kate Lindsey , Andrés / Cochenille / Frantz / Pitichanaccio – Marc Mauillon . La voz de la madre – Géraldine Chauvet . Spalanzani – Michael Laurenz , Crespel / Lutero – Jérôme Varnier . Hermann / Schlémil – Philippe-Nicholas Martin , Nathanaël – Paco García , Wilhelm – Yevheniy Kapitula Nuestra calificación: regular

El Festival de Salzburgo, ese venerable templo de la cultura que, por momentos, parece una fábrica de esperanzas frustradas, nos regaló recientemente una versión de Les Contes d’Hoffmann que bien podría ser clasificada como el epitome del desastre escénico. Bajo la dirección de Mariame Clément, el clásico de Offenbach se convirtió en una suerte de tour de force por el desatino y la incoherencia, un espectáculo que ni los más optimistas hubieran previsto en sus peores pesadillas operísticas. Pero, ¡oh!, el trabajo heroico de Léo Vermot-Desroches merece ser destacado en medio de este caos.

Empezaremos por lo obvio: la puesta en escena de Clément es un monumento al fracaso. Imaginemos por un momento que, en lugar de una ópera, estábamos presenciando una burla grandilocuente y desafortunada del propio Hoffmann. Aquí, la noción de desenlace se vuelve tan nebulosa como la dirección de la trama. En vez de la rica narración en primera persona que caracteriza a la ópera, somos bombardeados con una serie de actuaciones que parecen una extraña mezcla de parodia barata y drama musical de época, sin coherencia ni sentido alguno. Los intentos de simbolismo –como los cubos de basura de donde emerge la musa– son tan vacíos y forzados como una fiesta de disfraces en un basurero.

Pero si la puesta en escena fue un desastre, las interpretaciones musicales, bajo la batuta de Marc Minkowski, salvaron en parte la noche. Minkowski, quien habitualmente sabe cómo extraer oro de cualquier partitura, se encontró esta vez divagando en un gris tan opaco que hasta la Filarmónica de Viena parecía luchar por mantener el interés. Las promesas de color, ironía y drama se quedaron en meras ilusiones, y la barcarola, ese momento tan esperado, pasó sin pena ni gloria, un logro que, francamente, debería haberse evitado.

Y aquí entra Léo Vermot-Desroches, que se vio forzado a asumir el papel del heroico Hoffmann en sustitución del enfermo Benjamin Bernheim. En medio del caos, Vermot-Desroches se alzó como un faro de profesionalismo y talento. A pesar del desorden escénico que lo rodeaba, ofreció una interpretación que, si bien no pudo salvar la producción, al menos la dignificó. La valentía y la habilidad con las que se enfrentó a esta empresa fallida merecen un aplauso, por no mencionar que su presencia en el escenario fue un soplo de aire fresco comparado con el marasmo que lo rodeaba.

Salzburger Festspiele 2024/ Jacques Offenbach / Les Contes D’Hoffmann/ Premiere am 13.08.2024// Mark Minkowski:Musikalische Leitung, Mariame Clément: Regie, Julia Hansen: Bühne und Kostüme, Paule Constable: Licht, Ètienne Guiol: Video, Gail Skrela Hetzer:Choreografie / Christian Arseni: Dramaturgie // Benjamin Bernheim: Hoffmann

Kathryn Lewek, por su parte, fue la verdadera estrella de la noche. Interpretando los cuatro roles femeninos, se entregó con una destreza vocal que hizo que uno se olvidara momentáneamente de la mediocridad que la rodeaba. Su Antonia fue un canto a la pureza y la tragedia, su Olympia un deleite de coloratura que rozaba la parodia y su Giulietta, aunque menos brillante, aún lograba mantener el interés. En definitiva, Lewek logró lo imposible: sacar oro de un escenario que ya olía a fracaso desde antes del primer acto.

Kate Lindsey, en el papel de Nicklausse, ofreció una interpretación cálida y sólida, aunque fue difícil no sentir que el desastre general la arrastraba con él. Christian Van Horn, por otro lado, nunca logró encarnar la maldad que se esperaba de su personaje. Su Lindorf, aunque vocalmente sólido, se quedó corto en cuanto a la amenaza que debía representar, un fallo que podría atribuirse más a la dirección que a su capacidad.

En resumen, esta producción de Les Contes d’Hoffmann no fue más que un ejercicio en cómo no hacer ópera. La falta de coherencia escénica, sumada a una dirección musical que no logró inspirar ni a los propios músicos, resultó en una experiencia que dejó a todos preguntándose cómo un festival de la talla de Salzburgo pudo permitir tal despropósito. Aun así, no todo estuvo perdido gracias a la titánica labor de Léo Vermot-Desroches, quien salvó la noche de un completo naufragio. Como lección, queda claro: si un director de escena no entiende ni aprecia una obra, quizá sea mejor dejarla en manos de alguien que sí lo haga.

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