Barrie Kosky despliega su «snobismo» en un montaje que transforma la Ópera bávara en un festín visual y teatral. Su enfoque colorido y ágil da vida a una Viena decimonónica donde los murciélagos bailarines acechan a Eisenstein, mientras las fachadas de la capital austriaca se convierten en elementos móviles en un ballet teatral. Rebecca Ringst, con su escenografía participativa, muestra el artificio del escenario en una danza impresionante.
El espectáculo alcanza su cima en la fiesta en el palacio de Orlofsky, transformada en un deslumbrante despliegue de drags y travestis, resaltando el vibrante vestuario de Klaus Bruns. Las piezas musicales se transforman en números de revista con coreografías vivaces e insinuantes, llevando al público a un viaje visual inolvidable.
Sin embargo, el director no se contenta con la superficialidad, usando la desnudez del decorado para señalar la verdad detrás de las máscaras sociales, ofreciendo una visión más profunda entre la diversión. En el laberinto del último acto, el ingenio de Kosky se hace más evidente, especialmente en la brillante interpretación de los personajes, destacando el impagable número de claqué y la comedia física.
En contraste, Vladimir Jurowski, experimentado en «Die Fledermaus» (recordar su versión en Glyndebourne), ofrece una lectura refinada y chispeante de la partitura de Strauss. Su dirección musical, lúcida y elegante, junto con una excelente orquesta, brinda momentos de energía enfocada y una bienvenida sofisticación.
El elenco, a pesar de priorizar la energía escénica sobre la estabilidad vocal en algunos momentos, logra mantener el encanto general. Destacan Georg Nigl como un hiperactivo Eisenstein, Diana Damrau con su impecable musicalidad aunque con ciertas dificultades técnicas, y el carismático Sean Panikkar como Alfred. El contexto drag ofrece una nueva perspectiva, con Andrew Watts llevando con valentía un descomunal vestuario, aunque con ciertas fluctuaciones vocales.
En definitiva, una representación que, a pesar de algunos altibajos vocales, deslumbra con su exuberancia visual y la interpretación magistral de Kosky, convirtiendo esta «Die Fledermaus» en una experiencia teatral extraordinaria.