martes, 18 de noviembre de 2025
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El caso Beatrice Venezi: Cuando el eco del escándalo ahoga la música

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El linchamiento mediático a Beatrice Venezi en Italia y la reproducción acrítica de ese relato en medios argentinos revelan un problema mayor: el desprecio por el valor real del Teatro Colón y la carrera de una directora joven, formada y reconocida internacionalmente.

Planteado el debate, nos sentimos con la responsabilidad de opinar como responsable de medio escrito con lectores que esperan nuestros articulos. No para sumarnos al linchamiento, sino para reflexionar.

Resulta curioso comprobar cómo, desde ciertos espacios de opinión que se autoproclaman “de referencia” en materia cultural, se insiste en reproducir el eco del escándalo antes que en escuchar el sonido de la música. En una cobertura reciente —tan fascinada por la controversia como olvidada de la partitura— se ha preferido amplificar el linchamiento mediático que sufre Beatrice Venezi en Italia, sin advertir que, al hacerlo, se minimiza una vez más el verdadero alcance artístico de su carrera y, sobre todo, el lugar del Teatro Colón en el mapa musical internacional.

Porque entre las líneas que reproducen voces de protesta, huelgas y solicitadas, hay un detalle que se pierde —y no es menor—: Beatrice Venezi no es una improvisada.

Es una música formada en la tradición más rigurosa del repertorio italiano, discípula de Paolo Ponziano Ciardi y Andrea Lucchesini, con estudios de composición y dirección orquestal en el Conservatorio Luigi Boccherini de Lucca.
Ha dirigido la Orchestra della Toscana, el Maggio Musicale Fiorentino, la Orchestra Sinfonica Siciliana, la Filarmonica di Milano, la Orquesta de Kyoto y la Orquesta Nacional de la RAI.
Su carrera no se sostiene en coyunturas políticas ni en estética personal, sino en una trayectoria verificable, pública y sólida.

Y sobre todo: desde 2024 es la Directora Invitada Principal de la Orquesta Estable del Teatro Colón de Buenos Aires.
No una “orquesta de Sudamérica” ni una “formación del extranjero”, como la reducen algunos medios italianos, sino la Orquesta Estable del Teatro Colón, una de las instituciones líricas más respetadas del planeta.
Esa omisión, repetida tanto en la prensa italiana como en la nota publicada en Buenos Aires, no es casual: es la forma contemporánea del desprecio elitista. Negar al Colón su nombre es, en 2025, un acto de ceguera cultural.

El artículo en cuestión, al repetir sin distancia crítica las acusaciones del sindicato de La Fenice, olvida contextualizar que en Italia el debate sobre Venezi está viciado por un componente político y mediático ajeno al terreno artístico.
Se la juzga por sus vínculos, por su apariencia, por su cercanía ideológica con la premier Meloni, como si una batuta tuviera color partidario o ideología estética.
Es más fácil repetir un coro de protesta que detenerse a escuchar la música.

La paradoja es evidente: una mujer joven, bella, de familia de abolengo y sólida formación provoca incomodidad.
En lugar de celebrar que una artista de 35 años haya alcanzado la dirección de una casa histórica, se la somete a un juicio moral y estético impropio del siglo XXI.
Y lo que es peor: otra mujer —desde la prensa argentina— participa de esa lapidación, en lugar de defender el valor de la música y el prestigio de la institución nacional que ella misma menciona como “de segundo o tercer rango”.

Conviene recordar, por si hace falta, que el Teatro Colón no es un dato menor en ningún currículum internacional.
Por su escenario pasaron Toscanini, Kleiber, Muti, Barenboim, Chailly, Ozawa, Solti, Mehta y Abbado.
Su orquesta ha sido reconocida entre las mejores del hemisferio, y su acústica, una de las cinco más notables del mundo.
Ser Directora Invitada de la Orquesta Estable del Colón no es un accidente ni una cortesía diplomática: es un reconocimiento que se gana por méritos, no por simpatías.

Si en Italia hoy se discute su nombramiento en La Fenice, el debate debería darse en términos artísticos y no ideológicos.
Pero lo verdaderamente grave es que en la Argentina, desde un medio que históricamente ha defendido el arte, se publique una nota que copia sin filtro esa mirada reduccionista, en lugar de reivindicar el lugar del Colón en la escena global.

Porque si algo queda claro tras esta cobertura, es que hay dos linchamientos en marcha: uno contra Beatrice Venezi, por ser quien es; y otro, más sutil, contra nuestra propia autoestima cultural.

La música, al fin y al cabo, no pertenece a Venecia ni a Buenos Aires.
Pero sí hay una diferencia: mientras algunos prefieren contar las huelgas, otros todavía escuchamos los aplausos.

Y permitan ustedes, mis lectores, que el Dr. Merengue cierre con su posdata:

“Curioso país el nuestro: cuando una italiana joven dirige en el Colón, se la llama advenediza; cuando en Italia la nombran en La Fenice, nos sumamos al linchamiento. Tal vez el problema no sea de batutas, sino de espejos.

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