viernes, 7 de noviembre de 2025
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El beso de la mujer araña, de Bill Condon — Entre la fantasía del Technicolor y las sombras de la celda

LECTURA RECOMENDADA

Guion: Bill Condon, basado en El beso de la mujer araña, libro de Terrence McNally, música de John Kander, letra de Fred Ebb, de la novela de Manuel Puig. Fotografía: Tobías Schliessler. Diseño de producción: Scott Chambliss. Edición: Brian A Kates.Música: Sam Davis (partitura). Reparto principal: Diego Luna, Jennifer López, Tonatiuh, Bruno Bichir, Josefina Scaglione. Lucila Gandolfo, Fabio Aste. Nuestra calificación: muy buena

Mar del Plata, Festival Internacional de Cine, 7 de Noviembre 2025. Hay algo profundamente simbólico en que El beso de la mujer araña —una historia nacida en la literatura argentina, reinventada por el teatro y ahora resucitada por el cine musical— encuentre en Jennifer Lopez su nueva “mujer fatal”. Mientras se despliegan los primeros acordes y destellos de luz, uno no puede evitar pensar lo mismo que muchos espectadores: ¿cómo es posible que haya pasado tanto tiempo antes de que alguien colocara a J.Lo en un musical? Bill Condon, con su habitual instinto de resucitador de glorias del género (Dreamgirls, Beauty and the Beast), parece haber escuchado esa pregunta y decidido responderla con una película que es tanto un homenaje al artificio como un manifiesto sobre el poder del deseo.

Basada en el musical de 1993 —a su vez inspirado en la novela de Manuel Puig—, la cinta entrelaza dos universos que colisionan en su diferencia: el mundo iridiscente y delirante de Ingrid Luna / Aurora (Lopez), una diva cinematográfica que evoca a Rita Hayworth o Marilyn Monroe, y la oscuridad asfixiante de una celda de prisión argentina donde un preso político, Valentín (Diego Luna), comparte encierro con Molina (Tonatiuh), un escaparatista homosexual que sobrevive refugiándose en las películas.

Condon estructura su film como un duelo entre el blanco de la pared y el carmín del rouge, entre la carne herida y la lente que embellece. La primera mitad es puro Technicolor: un mundo de espejos, plumas, gasas y coreografías rodadas “a la manera de Fred Astaire”, sin cortes bruscos, dejando que los cuerpos respiren dentro del plano. La otra mitad es la opresión concreta del hierro y la mugre, donde la fantasía se convierte en única forma de resistencia. Pero lo notable no es la coexistencia de ambos mundos, sino la manera en que el director los hace chocar hasta confundir sus límites: el reflector que ilumina a la diva termina siendo el mismo que interroga al prisionero.

La fotografía —obra de Tobias A. Schliessler— se inspira en Minnelli y Cukor no como citas decorativas, sino como lenguaje emocional. En el número “Gimme Love”, un escenario rojo incandescente parece sudar deseo, homenajeando Les Girls de George Cukor. Ese rojo no solo pinta la pasión: es la temperatura interna de la película, el latido que se resiste a apagarse en la oscuridad.

Jennifer Lopez, con su magnetismo indiscutible, se adueña del artificio y lo trasciende. Su Ingrid Luna / Aurora es tanto diosa como reflejo; tanto icono como prisión. Canta, baila y sufre con una intensidad que recuerda que detrás de la perfección del encuadre puede habitar un vacío feroz. Si Diego Luna encarna el compromiso y la ética, Tonatiuh —extraordinario— aporta la humanidad quebrada, el gesto que tiembla entre el deseo de ser y la necesidad de soñar. Su Molina es un espejo que devuelve al espectador el rostro de todas las identidades marginadas que encontraron en el cine una forma de existir.

La película alcanza su clímax en “Where You Are”, cuando Ingrid arrastra a Molina fuera de la celda para llevarlo, literalmente, al set de una película. La frontera entre la ficción y la realidad se disuelve en un número musical que parece salido de All That Jazz de Bob Fosse: la luz de los reflectores se convierte en la misma que atraviesa los barrotes, recordándonos que la evasión también puede ser una forma de verdad.

Condon entiende algo esencial del texto de Puig: que el artificio no es una mentira, sino una trinchera. Que el brillo de un vestido o el acorde de una canción pueden contener más verdad que cualquier manifiesto político. Molina no ama los musicales por su frivolidad, sino por su capacidad de iluminar —aunque sea por unos segundos— la oscuridad del mundo.

En definitiva, El beso de la mujer araña es un musical extraño, hermoso y melancólico, una película que no teme ser excesiva porque entiende que el exceso también puede ser un acto de sinceridad. Bill Condon devuelve al género su poder metafórico y a Jennifer Lopez le ofrece el papel que quizás siempre esperó: el de una mujer que brilla no solo por su belleza, sino por la herida que la sostiene.

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