Director: Tim Fehlbaum. Intérpretes: Peter Sarsgaard, John Magaro, Ben Chaplin, Leonie Benesch, Zinedine Soualem. Duración: 95 minutos. Nacionalidad: Alemania. Nuestra calificación: muy buena
Septiembre 5, el thriller histórico de Tim Fehlbaum, se adentra en las entrañas del estudio de ABC Sports durante la cobertura en vivo del atentado de Múnich en 1972, ofreciendo una visión tensa y humana del nacimiento del periodismo en tiempo real. Sin embargo, al investigar cómo el film aborda el evento desde sus múltiples aristas, un elemento emerge como notablemente difuso: la postura alemana, que queda relegada a un segundo plano, desdibujada frente al drama interno de los periodistas estadounidenses. Esta crítica examina cómo la película, aun siendo un logro cinematográfico, diluye el papel crucial y complejo de Alemania en aquella tragedia, dejando un vacío que afecta su retrato histórico.
La postura alemana en el hecho real: presión y fracaso
El atentado de Septiembre Negro no solo fue un golpe al espíritu olímpico, sino también un desafío monumental para Alemania Occidental, un país que en 1972 aún cargaba con el peso de su pasado nazi. Los Juegos Olímpicos de Múnich fueron concebidos como una vitrina de redención, una oportunidad para mostrar al mundo una nación moderna y pacífica. Sin embargo, el secuestro de los atletas israelíes y la posterior operación de rescate fallida —que culminó con la muerte de los 11 rehenes en el aeropuerto de Fürstenfeldbruck— expusieron las carencias de las autoridades alemanas. Archivos históricos y testimonios, como los recogidos en «One Day in September», revelan una mezcla de improvisación, descoordinación y restricciones legales: la Constitución alemana impedía desplegar al ejército, dejando la respuesta en manos de una policía mal preparada.
Esta presión nacional —proyectar competencia mientras se evitaba cualquier eco militarista del pasado— es un trasfondo esencial del evento. La opinión pública internacional criticó duramente a Alemania tras el desenlace, y el episodio marcó un punto de inflexión en su política de seguridad. En este contexto, la postura alemana no fue solo operativa, sino profundamente simbólica, un factor que «Septiembre 5» tiene la oportunidad de explorar pero opta por minimizar.
El tratamiento en el film: un eco lejano
Fehlbaum centra su narrativa en el equipo de ABC, liderado por figuras como el ficticio Geoffrey Mason (John Magaro) y un carismático Roone Arledge (Peter Sarsgaard). Esta decisión narrativa, aunque efectiva para generar un thriller claustrofóbico, relega la perspectiva alemana a un rol secundario, encarnado principalmente en Marianne Gebhardt (Leonie Benesch), una técnica ficticia que sirve como enlace con las autoridades locales. Marianne es el único vehículo significativo para reflejar la postura alemana, y su frustración ante la ineptitud de la policía —»No están haciendo nada», murmura en una escena— ofrece un atisbo del caos externo. Sin embargo, su presencia se siente más como un recurso narrativo que como una exploración profunda.
En la realidad, la interacción entre ABC y las autoridades alemanas fue más compleja. Los periodistas dependían de comunicados oficiales fragmentarios y, en ocasiones, engañosos, como el infame reporte de que los rehenes habían sido liberados. «Septiembre 5» menciona este error, pero lo trata como un incidente aislado en el estudio, sin conectar sus raíces con la desorganización alemana. La película omite, por ejemplo, las imágenes que las cámaras locales captaron del enfrentamiento en Fürstenfeldbruck, material que pudo haber enriquecido la narrativa y dado voz al lado alemán más allá de la ventanilla de Marianne.
Actuaciones y simbolismo: una oportunidad perdida
Leonie Benesch entrega una actuación sólida como Marianne, impregnando al personaje de una mezcla de profesionalismo y desesperación contenida. Su rol podría haber sido el puente para reflejar la postura alemana: una nación atrapada entre su deseo de proyectar estabilidad y la realidad de su colapso operativo. Sin embargo, el guion la limita a una figura funcional, más centrada en facilitar la trama de los protagonistas estadounidenses que en encarnar el peso histórico de su país. No hay evidencia de una técnica alemana tan prominente en el equipo de ABC, lo que refuerza la idea de que Marianne es una invención para condensar —y simplificar— esta perspectiva.
En contraste, el foco en Magaro y Sarsgaard, aunque magistralmente ejecutado, refuerza la centralidad estadounidense. La película prioriza sus dilemas éticos —mostrar o no imágenes sensibles— sobre el trasfondo alemán, que queda como un murmullo en los monitores del estudio. Esta elección narrativa desdibuja la relevancia de Alemania como actor clave, reduciendo su postura a un telón de fondo en lugar de un componente activo del relato.
Implicaciones cinematográficas e históricas
Desde un lente periodístico, la postura alemana desdibujada es una omisión que resta profundidad a «Septiembre 5». La recreación del estudio, con su estética setentera y su ritmo vertiginoso, es un triunfo visual y emocional, pero al esquivar el contexto externo, el film pierde la oportunidad de dialogar con las repercusiones más amplias del evento. La Alemania de 1972 no solo fue escenario, sino protagonista de una tragedia que expuso sus vulnerabilidades y moldeó su futuro. Al no indagar en esto, la película se siente incompleta como crónica histórica, aunque sigue funcionando como un drama íntimo.
Veredicto crítico
«Septiembre 5» es un logro cinematográfico que captura la adrenalina y los dilemas del periodismo encrisis, respaldado por actuaciones sobresalientes y una dirección precisa. Sin embargo, su tratamiento de la postura alemana —reducida a gestos aislados y un personaje simbólico— deja una sensación de vacío. Lo que pudo haber sido un retrato multifacético de Múnich ’72 se queda en una visión parcial, poderosa pero incompleta. Para quienes buscan un thriller bien ejecutado, satisface; para quienes esperan una reflexión más robusta sobre todos los actores de aquella jornada, la Alemania desdibujada es un recordatorio de que incluso las mejores historias cinematográficas a veces sacrifican piezas esenciales en pos de su enfoque.