miércoles, 8 de octubre de 2025
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Cine: EL BESO DE JUDAS, un noir que se ahoga en su propia pose

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El beso de Judas (Argentina/2025). Dirección: Martín Murphy. Guion: Martín Murphy. Fotografía: Christian Santiso. Música: Rodrigo Alcaraz. Edición: Gustavo Despouy. Elenco: Damián De Santo, Fredy Villarreal, Alfredo Casero, Martín Campilongo, Adriana Salonia, Martín Murphy, Sophía Murphy, Fernando Lúpiz, Gustavo Pardi, Luciano Linardi. Duración: 96 minutos.  Nuestra calificación: regular.

El Beso de Judas, el debut en largo de Martín Murphy, aterriza en la cartelera argentina con la bandera de la independencia —sin apoyo del INCAA— y la promesa de un thriller policial que reviva el espíritu del cine negro. Encabezada por Damián de Santo, Alfredo Casero, Martín Campilongo (Campi), Adriana Salonia y Freddy Villarreal, la película busca su lugar con una historia de venganza y traición, pero termina atrapada entre sus propias intenciones y una ejecución que no encuentra el tono.

La trama sigue a Diego Colvert (Damián de Santo), un mecánico devastado por el secuestro y asesinato de su esposa e hija, a pesar de haber pagado el rescate. Frustrado por la inacción del inspector Martín de la Cruz (Alfredo Casero), se lanza a una búsqueda personal de justicia que evoca ecos de «El cuchillo bajo el agua», aunque sin la misma sutileza. Durante buena parte de sus 96 minutos, la cinta se mueve entre diálogos recargados y giros previsibles, hasta que los últimos quince minutos logran inyectarle una chispa de tensión que, aunque tardía, sacude lo suficiente como para no dejarla en el olvido.

Las actuaciones son un terreno complicado, lastradas por los tics que los propios intérpretes no logran sacudirse, salvo excepciones. Damián de Santo carga con el peso del protagonista, pero su estilo de galán dolido se siente más como una pose ensayada que como un personaje vivo. Adriana Salonia y Freddy Villarreal cumplen sin despeinarse, quedándose en la superficie de sus roles con una rigidez que resta impacto. Alfredo Casero, con su energía desbordante, domina la pantalla, pero su inspector parece más una extensión de su persona pública que un aporte al tono sombrío de la historia. Martín Campilongo, en cambio, brilla con una interpretación contenida que esquiva su pasado cómico y ofrece un destello de lo que la película podría haber explorado más a fondo.

El guion, firmado por Murphy, tiene una intensidad que a ratos pesa más de lo que ilumina. Los diálogos, cargados de frases cortantes y cinismo típico del noir, no dejan mucho espacio para la imaginación del espectador; todo está dicho, masticado y servido en bandeja. Hay un esfuerzo evidente por construir un thriller psicológico, pero el resultado flota en una ambigüedad que no termina de cuajar, salvo en ese tramo final que redime parte del viaje. La fotografía de Christian Santiso y la música de Rodrigo Alcaraz aportan atmósfera, y las locaciones del Partido de La Costa dan un marco fresco, pero no logran compensar del todo un ritmo que tambalea.

El Beso de Judas se presenta como una apuesta valiente que no termina de encontrar su norte. Quiere ser profunda y cruda, pero se enreda en clichés y en una dirección que duda entre la introspección y el golpe fácil. No es un fiasco, y ese clímax tardío le da un empujón que la salva del naufragio total, pero queda la sensación de una oportunidad a medio aprovechar. Es un noir que seduce con la idea de cortar hondo, pero cuyo filo se desgasta antes de llegar al hueso.

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