CHESS (Ajedrez) no se ha visto en el West End durante 32 años, pero la idea original de Tim Rice-Benny Andersson -Bjorn Ulvaeus de ABBA ha vuelto con su fuerza por seis semanas.
En este nuevo revival el tratamiento musical lo tomó la English National Opera (ENO) sumando un nuevo título a su serie de shows musicales como fue la última versión del Sunset Boulevard retomado por la aclamada Glenn Close-.
Los 60 miembros de la orquesta de la Ópera se sientan en el escenario central sobre una plataforma elevada para tomar el relato de la “partida de ajedrez”. Bajo la batuta de John Rigby, los músicos van presentando melodías de sonido glorioso, dando un gran impulso al ritmo con sus himnos pop, sus baladas y guiños a los grandes compositores que pasaran desde Bach hasta Gilbert y Sullivan. Las filas del coro toman con fuerza a cualquier espectador desprevenido, llenado el London Coliseumm a toda voz por ejemplo en su presentación “Merano”.
El argumento se ambienta en 1981 en el contexto de la Guerra Fría, Chess observa cómo los grandes maestros rivales, un estadounidense y un ruso, corren el riesgo de convertirse en peones de una partida de propaganda que juegan sus gobiernos. Un refugiado húngaro, que es el «segundo» estadounidense, se convierte en la cúspide de un doloroso triángulo de amor cuando cambia de pareja en una historia de deserción y auto-sacrificio. En resumen una mezcla inmanejable de angustia romántica y subterfugio geopolítico, que se siente cursi.
Ahora bien, la producción corre el peligro desborda en un aluvión de efectos llamativos: proyecciones de video de acción en vivo en las dos pantallas gigantes que flanquean el escenario con su dispersión de bordes de color neón hacen insostenible la atención (aclaro que la duración de este show es de casi tres horas). Ver a los personajes principales en primer plano constantemente hace que las canciones se vean como si fuesen “gritadas” entre sus protagonistas, y si se suma un sonido totalmente alto en decibeles hace que las letras de Rice sean ininteligibles.
Asimismo cuando los rivales se sientan a jugar, las pantallas se llenan de noticias sobre las tensiones de la Guerra Fría, sumado a una historia animada de ajedrez, que juegan con bailes de cosacos ebrios animando a los estadounidenses; acrobacias aéreas en cuerdas y “ladyboys” entre la platea como si fuesen pieza de decoración x, los cuales provocan a los espectadores a que se los toque para transformar todo en un verdadero aquelarre que, rondó el mal gusto.
Sin embargo, se logra elevar la propuesta saturante al tener como protagonista a Sir Michael Ball el cual se lo siente ideal en rol del reservado y preocupado Anatoly Sergievsky, el maestro ruso, el cual saco minutos de “standing ovation” como en la célebre «Anthem». Tim Howar es rotundamente odioso como el maestro estadounidense convertido en experto de las transmisiones de tv, pero acá aturde en su solo confesional, «Pity the Child».
Alexandra Burke , la esposa abandonada del ajedrecista soviético, tiene una nueva canción «He is a Man, he is a Child» ,la cual según el programa de mano fue tomada de la versión original sueca; por otro lados es de destacar su dueto junto a Cassidy Janson del clásico «I Know Him So Well».
En resumen, pasaron 32 años desde su estreno en el West End, su música sigue siendo emotiva como reivindicadora, ahora bien la propuesta escénica marca que la tecnología jugo en contra del show , siendo absolutamente extenuante por sus decibeles y su acopio de imágenes que no permiten el disfrute total del musical , el cual poseyó un protagonista de lujo : Sir Michael Ball.