La Royal Opera House (ROH) desata un torbellino de opiniones con su última producción de “Carmen”. En una audaz reinterpretación, el director Damiano Michieletto traslada la acción de la Sevilla cosmopolita a un pequeño pueblo andaluz, donde el calor mediterráneo y la claustrofobia social se entrelazan para crear un ambiente de tensión palpable. Esta “Carmen” no es una heroína distante, sino una presencia viva y problemática, cuya tragedia se desarrolla en un escenario que gira entre lo natural y lo construido, evocando las anteriores producciones de Michieletto (Cavalleria Rustica – Pagliacci)
El diseño escénico de Paolo Fantin, iluminado magistralmente por Alessandro Carletti, nos sumerge en un paisaje rural que contrasta con la vibrante Sevilla, enfatizando el aislamiento de los personajes. La tensión sexual y emocional entre Carmen y Don José se cocina a fuego lento, estallando en un clímax disfuncional que se ve intensificado por los escenarios íntimos y un vestuario que grita años 70 con cada fibra sudada.
A pesar de sus logros visuales y conceptuales, la producción enfrenta críticas por ciertas inconsistencias narrativas y la ambigua presencia de una anciana con mantilla negra. El uso de niños en los entreactos, aunque lleno de entusiasmo, parece un tropiezo en una narrativa que culmina con un final gráfico y contundente.
En la vanguardia de esta producción, encontramos a un elenco estelar liderado por la mezzosoprano rusa Aigul Akhmetshina, quien da vida a Carmen con una mezcla hipnótica de fuerza vocal y presencia escénica. Junto a ella, el tenor polaco Piotr Beczala interpreta a Don José con una elegancia y pasión que captura la complejidad del personaje. Completando el cuadro principal, Olga Kulchynska ofrece una Micaëla conmovedora y Kostas Smoriginas aporta una robustez inigualable al papel del torero. Juntos, estos talentos conforman una sinfonía de actuaciones que no solo sostienen la narrativa, sino que la elevan a nuevas alturas dramáticas.
En la dirección de la orquesta, el Maestro Antonello Manacorda demostró un dinamismo notable, desentrañando los colores expresivos de la partitura y enfatizando con maestría las voces infantiles, las cuales emergieron con un fervor convincente, resplandeciendo en el conjunto sonoro con una vitalidad palpable.
Esta “Carmen” es una provocación artística que desafía las expectativas y enriquece la obra clásica con nuevas capas de significado. Aunque no está libre de defectos, su esencia permanece intacta, capturando la atención y provocando reflexión en la audiencia.