martes, 7 de octubre de 2025
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BLANCANIEVES (Disney, 2025) vs. ADOLESCENCIA : la ironía sangrienta de un mundo que se ahoga en su propio cuento

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En el gran teatro de 2025, dos espectáculos se pelean por el aplauso de una audiencia que ya no sabe si reír o vomitar: Blancanieves , el último intento de Disney por resucitar un cadáver con purpurina progresista, y Adolescencia , la miniserie inglesa que te clava un cuchillo en el ojo y lo retuerce para que no olvides. Una es un pastel recalentado con sabor a despertar; la otra, un puñetazo en la cara que apesta a sudor adolescente y desesperación. Si esto es el cambio de perfil social, que alguien apague las luces, porque el telón ya se pudrió.

Blancanieves : la farsa empoderada que no engaña a nadie

Disney nos endilga otra Blancanieves , pero esta vez la princesa no se queda dormida esperando un beso baboso. No, ahora es una jefa empoderada que manda a sus enanitos —perdón, “aliados diversos”— como si fuera la CEO de una ONG vegana. Los siete compinches ya no cantan ni pican piedra; son un collage multicultural que grita “inclusión” tan fuerte que te dan ganas de taparte los oídos. Y el Príncipe Azul, claro, ante los principios DEI sería un acosador en potencia, por tanto ahora es un ladron al estilo Robin Hood

¿En serio seguimos tragando esta m…? Reformular un cuento de hadas hasta hacerlo irreconocible no es valiente, es patético. Le arrancaron la imaginación a los niños —esas manzanas envenenadas, esos espejos malditos— y nos dieron una Blancanieves que podría dar charlas TED sobre liderazgo femenino. El Príncipe como villano no es un giro ingenioso; es Disney rascando el fondo del barril para no inventar nada nuevo. Lo aceptamos porque viene con canciones pegajosas y CGI (imagenes logradas con inteligencia artificial) carísimo, pero si esto lo hubiera escrito un desconocido, lo quemaríamos en una hoguera por idiota. ¿Hasta cuándo vamos a aplaudir esta payasada?

Adolescencia : la cruda verdad de un mundo desconectado

Y luego está Adolescencia , un mazazo británico que no pide permiso para destrozarte. Jamie Miller, un gremlin de 13 años con «cara de pizza», apuñala a una compañera porque sí, porque el internet le dijo que las chicas son el enemigo. Cuatro episodios en plano secuencia, sin cortes, sin piedad: padres idiotas mirando Netflix mientras sus hijos se pudren en chats incel, adolescentes que se organizan como secta digital para odiarse mejor. Las redes sociales son el nuevo lobo feroz, pero este no se esconde en el bosque; Vive en tu Wi-Fi.

La desconexión entre padres e hijos es tan grotesca que casi da risa. Mamá sube selfies con filtro de perrito mientras Jamie planea un asesinato on line; Papá grita al televisor porque el Arsenal perdió, ajeno a que su hijo tiene sangre en las zapatillas. La transformación es un chiste macabro: un «pibe» con brackets pasa de jugar Fortnite a clavarle un cuchillo a alguien porque un foro le dijo que era “alfa”. Nadie lo vio venir, porque nadie levantó la vista del maldito celular. Esto no es un drama; es una autopsia en vivo.

El gran circo: princesas de plástico vs. monstruos de banda ancha

Blancanieves y Adolescencia son el yin y yang de una sociedad que se ríe de sí misma mientras se desangra. Una te vende una princesa de cartón que podría vender cursos de autoayuda en LinkedIn; la otra te muestra que los cuentos terminaron y ahora los niños matan por likes. Disney sigue pintando castillos en el aire, pero se olvida de que los pibes ya no quieren príncipes ni enanitos, quieren Wi-Fi y venganza. Adolescencia te dice que la magia se fue al carajo, reemplazada por un diálogo enfermo en WhatsApp y TikToks que te dicen cómo odiar.

El perfil social es una caricatura grotesca: aplaudimos a Blancanieves porque nos da miedo Twitter, pero no apagamos el enrutador para salvar a nuestro Jamie. Las redes unen a los adolescentes en un aquelarre digital donde el odio es la moneda y la sangre el trofeo. ¿Empoderamiento? Qué risa. Lo único empoderado aquí es el algoritmo que te dice a quién apuñalar.

¿Y qué nos queda?

¿Esto está bien? Ni de broma. Blancanieves es una mentira con lentejuelas, una burla a la infancia que nos pide aplausos por ser “relevante”. Adolescencia es un espejo mugriento que nos muestra lo que somos: idiotas desconectados criando monstruos. No hay final feliz, ni princesas, ni redención. Solo un corazón que late furioso, ardiendo con la pasión de arrancar los cables, de romper las pantallas, de mirarnos a los ojos antes de que todo se queme. Pero, ¿lo haremos? ¿O seguiremos aquí, riéndonos del cuento, mientras el lobo nos devora y el corazón se desgarra, latiendo con furia contra un silencio que nos mata?

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