Director musical, espineta y órgano Leonardo García Alarcón
Solistas: Mariana Flores, Coline Dutilleul, Christopher Lowrey, Valerio Contaldo, Matthew Newlin, Andreas Wolf
Cappella Mediterranea: Violines: Amandine Solano
Stéphanie de Failly – Violoncello: Diana VinagreViola da gamba: Margaux Blanchard – Contrabajo:
Eric Mathot, Cornettos: Gustavo Gargiulo
Rodrigo Calveyra, Fagot: Giulia Genini, Archilaúd
Mónica Pustilnik, Tiorba: Quito Gato, Arpa: Marina Bonetti
Teatro Colón, función lunes 27 de Noviembre
En los «Pecados Capitales», se desentraña la intrincada red de la moral y la inmoralidad que teje Claudio Monteverdi en sus óperas. Este magistral compositor barroco no solo da vida a notas musicales, sino que también moldea las complejidades de la experiencia humana: amor, pecado, triunfo y miseria sumergiendose en las profundidades de las emociones y comportamientos humanos. Aquí, el amor no es solo un tema romántico, sino una fuerza poderosa que impulsa la trama, entrelazada con los pecados capitales que acechan en las sombras. La lucha entre virtudes y vicios, como un juego de luz y sombra en el escenario, refleja nuestra compleja dualidad, Monteverdi nos invita a explorar la fuente misma de estos elementos: los caprichos de las emociones humanas. La dualidad entre los «pecados capitales» y las virtudes, que ejercen su influencia sobre nosotros, crea una narrativa rica en matices. «La Armonía y la Discordia» se erige como un tributo a la habilidad de Monteverdi para capturar la esencia de la experiencia humana a través de la música, una obra que no solo resuena en el pasado barroco, sino que sigue siendo relevante en el tejido de todas las óperas que le han seguido.
El repertorio seleccionado por la Cappella Mediterranea proviene de las tres óperas sobrevivientes de Monteverdi, complementadas con extractos de sus madrigales que sirvieron como campo de pruebas para su trabajo operístico. Cada una de las piezas de catorce se elige para representar un pecado o una virtud correspondiente. La ejecución está a cargo de este grupo de virtuosos, un conjunto especializado en música antigua y dirigido por Leonardo García Alarcón.

Foto gentileza: Arnaldo Colombaroli – Prensa Teatro Colón
El inicio es impactante con el madrigal «Hor che’l ciel et la terra», donde seis solistas despliegan virtuosismo vocal en una interpretación fulgurante de matices y colores. Luego, la escena dramática de «L’Incoronazione di Poppea», donde Poppea canta sobre su ambición de conquistar el corazón de Nerone, mientras su confidente Arnalta intenta anunciar sin éxito los peligros. Mariana Flores y Christopher Lowrey ofrecen una hermosa interpretación vocal. Llena de esperanza, Poppea abandona la precaución y nos sumerge en la siguiente obra, el madrigal ‘Si dolce è’l tormento’, cantado con cautivadora delicadeza por Flores.
Es igualmente relevante mencionar la decisión destacable de permitir que las obras fluyan sin interrupción de una a otra. A pesar de mi reserva inicial, esta elección resulta ser una de los mayores atractivos, proporcionando una cohesión musical notable a esta propuesta. La Pereza se representa ingeniosamente en la escena de «L’Incoronazione», donde dos soldados descontentos que custodiaron a Nerone durante la noche se quejan de su suerte; esta interpretación, a cargo de los dos tenores (Contaldo – Newlin), destaca por su realismo y apropiado melodrama.
Después, la Envidia se representa de manera vívida en una escena de «Il Ritorno d’Ulisse», con los cuatro pretendientes de Penélope. Las partes vocales masculinas, interpretadas magistralmente por Andreas Wollf (bajo), Christopher Lowrey (contratenor), y los tenores Valerio Contaldo y Matthew Newlin, capturan la esencia de la envidia. En este momento y en otros, el conjunto instrumental maneja el acompañamiento y los ritornelli con una elegancia, energía y riqueza de texturas excepcionales.
Otros momentos destacados incluyen el madrigal ‘Ardo e scoprir ahí lasso’, que simboliza la Castidad. Mariana Flores (soprano) y Coline Dutilleul (mezzo) ofrecen interpretaciones magníficas: la primera con una voz rica, melosa y sensible, y la segunda con una claridad resonante e incisiva, resultando en pasajes a dúo absolutamente hermosos.
El pecado del Orgullo cobra vida en la escena de ‘L’Incoronazione’, donde Nerón (Lowrey) alardea de sus planes respecto a Poppea, mientras su consejero Séneca (Wolff) intenta aconsejarle sabiduría y moderación, una tarea aparentemente imposible. La voz de la razón busca frenar la impetuosidad del obstinado y desquiciado amante del poder, revelando cuán poco ha cambiado el mundo. Luego, Nerone (Newlin) y Lucano (Contaldo) celebran la muerte de Séneca y el triunfo de la infidelidad en un brillante dúo de tenores.

Foto gentileza: Arnaldo Colombaroli – Prensa Teatro Colón
Gracias al excepcional equipo de cantantes perfectamente coordinados, la ejecución vocal del conjunto, ya sea en los madrigales u otros momentos, se destaca por su admirable ejecución, que también se apreció en «Si ch’io vorrei morire», que ilustra la temática de la Lujuria. Valerio Contaldo, el tenor, se destacó como un Orfeo de primer nivel en «Orfeo son io» (Caridad). No obstante, la verdadera joya de la velada, en mi opinión, se encuentra en una de las últimas piezas interpretadas, «Altri canti d’Amor». Esta magnífica composición, representada aquí por la «Fortessa», presentó una interpretación poderosa.
La impactante transición de la temática del amor a la guerra está dirigida magistralmente por el resonante bajo de Andreas Wolf, quien, en este punto, se consolido como una de las estrellas indiscutibles del espectáculo. De hecho, no tengo memoria de haber presenciado una interpretación tan expresiva y convincente de este dramático madrigal del Libro Octavo. La repetición por parte del conjunto de las líneas culminantes, «Che mentre guerre canta e guerre sona…», lleva la obra y, en última instancia, todo el programa, a una conclusión magnífica y triunfante.
El resultado es una experiencia musical absolutamente hermosa, llena de excelencia jerárquica y virtuosismo. Una noche bajo la dirección del célebre Mtro platense Leonardo García Alarcón, quien junto a su grupo Cappella Mediterranea, hizo brillar el Teatro Colón como hacía tiempo que no se vivía.