Autor: Manuel Puig. Elenco: Oscar Gimenez, Pablo Pieretti. Voz en Off: Héctor Fernández Rubio. Vestuario: Laboratorio Marte. Escenografía: Jose Palumbo. Música original: Valeria Ambrosio. Diseño De Iluminación: Valeria Ambrosio. Asistencia de dirección: Paul Caballero, Melu Fuentes, Jesus Segovia. Producción artística: Alejandra Garcia. Producción ejecutiva: Alejandra Garcia. Grafica: Valeria Ambrosio. Dirección: Valeria Ambrosio. Sala: Teatro Buenos Aires (Rodriguez Peña y Avda. Corrientes). Funciones: viernes y sábado 20 hs. Nuestra calificación: excelente
En un escenario teatral donde las modas suelen desvanecerse al ritmo de la taquilla, pocas obras logran sostener la llama de la permanencia. El Beso de la Mujer Araña, adaptación de la novela de Manuel Puig, alcanza ya la cifra emblemática de 500 funciones, consolidándose como uno de los hitos recientes del teatro argentino. La puesta dirigida por Valeria Ambrosio no solo demuestra la fuerza de un texto que atraviesa generaciones, sino también la inteligencia de una dirección que sabe conjugar emoción, sobriedad y contemporaneidad.La obra, ambientada en una celda de los convulsionados años 70, plantea el encuentro entre dos seres antagónicos: Molina, el homosexual preso por su identidad y su vida a contramano de la norma, y Valentín, el revolucionario de férreos ideales, aprisionado por su compromiso político. Puig despliega en ellos el gran laboratorio de la condición humana: fragilidad, poder, deseo, miedo, ternura. Ambrosio conduce esta dialéctica con mano segura, eludiendo el exceso melodramático para situar a los personajes en un terreno de intimidad brutal que, paradójicamente, resulta universal.

El elenco alcanza una altura interpretativa que sostiene la tensión de principio a fin. Oscar Giménez, encarna un Molina de infinita ternura y vulnerabilidad, capaz de arrancar suspiros, lágrimas y empatías a un público que se siente partícipe de sus desvelos. Pablo Pieretti, en el rol de Valentín, construye un contrapunto firme y sensible, sin ceder un ápice de fuerza, pero regalando humanidad en cada mirada. Juntos conforman un dúo actoral de absoluta compenetración, sostenido por una química que transforma la celda en un universo dramático palpitante.
La dirección de Valeria Ambrosio sorprende por su austeridad. Acostumbrada al despliegue de grandes musicales, aquí se vale de la economía de recursos para elevar la esencia de la obra. La iluminación precisa, el clima sonoro justo, la escenografía opresiva que no distrae sino que potencia: todo converge hacia un teatro de emociones depuradas. Su mirada consigue actualizar el texto de Puig sin caer en la tentación de sobreexplicarlo, mostrando que el amor, la diferencia y la libertad siguen siendo trincheras actuales.
Al salir, emergió mi alter ego «El Dr. Merengue»…
¡Ah, mis queridos lectores! Si yo les contara que hace unos años vi El Beso de la Mujer Araña en versión importada y musicalizada en Broadway, con plumas, brillos y hasta coreografías… ¡aquí me lo sirven con crudeza criolla, y me resulta todavía más letal! Nada de escenografías delirantes ni efectos de humo: Ambrosio nos mete en una celda y ahí quedamos todos, presos, mirando cómo Molina y Valentín se devoran, se acarician, se odian y se aman.
Giménez, señoras y señores, está para sacarse el sombrero y aplaudir de pie aunque duela la espalda. Y Pieretti, lejos de ser solo “el duro de la película”, nos muestra que debajo de la revolución también late un corazón humano. Entre los dos, logran que uno olvide los programas de TV soporiferos y piense que todavía vale la pena pagar una entrada de teatro.
El Beso de la Mujer Araña dirigido por Valeria Ambrosio es un ejemplo cabal de teatro vivo, donde texto, actores y puesta se funden en un resultado de excelencia. Una obra que atraviesa generaciones y que demuestra que los dramas —cuando son buenos— no solo convocan, sino que conmueven. 500 funciones después, sigue siendo un ritual imprescindible del teatro porteño: una experiencia que abraza lo humano desde lo más crudo hasta lo más luminoso.