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Aida de Verdi en La Plata: Un Segundo Elenco que Cautiva y Emociona

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Ópera: Aida, de Giuseppe Verdi. Producción: Teatro Argentino de La Plata. Dirección musical: Carlos Vieu. Dirección de escena: María Concepción Perre y María de la Paz Perre. Diseño escenográfico: María José Besozzi. Diseño de vestuario: Stella Maris Müller. Coreografía: María Colusi, re. Diseño lumínico: Gabriel Lorenti. Reparto: María Belén Rivarola(Aida), Juan Carlos Vasallo (Radamés), Mairin Rodriguez (Amneris), Fernando Santiago (Amonasro),  Emiliano Bulacios (Ramfis), Augusto Nureña(Faraón), Marisú Pavón (Sacerdotisa) y Maximiliano Agatiello(Mensajero). Ballet y Orquesta Estable del Teatro Argentino. Coro Estable del Teatro Argentino dirigido por Santiago Cano. Sala: Ginastera, del Teatro Argentino de La Plata. Nuestra opinión: muy buena.

La versión de “Aida” presentada por el segundo elenco del Teatro Argentino de La Plata es una interpretación que se sumerge en la fantasía de un Egipto exótico, tal como lo imaginó la Europa de la época de Verdi. Esta ópera, que nació para celebrar la grandiosidad del Canal de Suez y para honrar al Teatro Nacional de El Cairo, se despliega en el escenario platense con una mezcla de magnificencia y momentos de intimidad, reflejando la influencia de la grand opéra francesa y la maestría de Verdi para equilibrar lo espectacular con lo personal.
La dirección conjunta de María Concepción Perre y María de la Paz Perre se aferra a un clasicismo que no renuncia a la modernidad, logrando una puesta en escena que, si bien tradicional, se ve realzada por la iluminación innovadora de Gabriel Lorenti. La coreografía, a cargo de María Marta Colusi y asistida por Valentín Fernández, intenta rescatar la esencia de la obra verdiana, aunque la escenografía minimalista y simbólica, especialmente en la representación de la gran escalinata, no logra transmitir la monumentalidad que Verdi podría haber imaginado.
El diseño de vestuario, obra de Stella Maris Müller, destaca por su colorido y esplendor, pero se encuentra en ocasiones en desacuerdo con la simplicidad de la escenografía de María José Besozzi, creando una dicotomía visual que puede distraer de la narrativa central. La dirección musical de Carlos Vieu es valiente y destacable, enfrentando con éxito la complejidad de la partitura de Verdi y llevando a la orquesta y al coro, bajo la batuta de Santiago Cano, a una noche de tensión y pasión.
En el terreno vocal y dramático, las actuaciones fueron notorias. María Belén Rivarola ofreció una interpretación de Aida cargada de temperamento, con una potencia vocal notable y afinación precisa. Se destacaron su uso consciente de recursos dramáticos y su fuerte presencia escénica. Su voz, navegó por una amplia gama de colores y emociones, desde el poderoso “¡Ritorna vincitor!” hasta el delicado y emotivo “O patria mia”.


Mairin Rodríguez como Amneris ofreció una réplica sólida, con un encaje perfecto en cuanto a tesitura. Su habilidad actoral, junto a la presencia de Rivarola, creó escenas de fuerte intensidad como en el primer cuadro del segundo acto y su Anatema del final . Sus graves llenaron la sala con plenitud. Amneris es uno de los personajes más sutiles del último Verdi, capaz de trascender sus propios sentimientos, y Rodríguez logró convertir su sacrificio y dolor en algo convincente y multidimensional.


Juan Carlos Vasallo (Radamès), mostró su habitual esfuerzo y valentía al abordar los papeles, entregándose completamente en el escenario. Aunque fue extremadamente fiel a la partitura y participó activamente en los números de conjunto, su voz tuvo brillo aunque su fraseo no logró embelesar. Su interpretación de «Celeste Aida» fue valiente, sin atajos ni abuso de portamento.


Fernando Santiago como Amonasro, fue un correcto monarca etíope teniendo un de sus momentos mas notorio en «Non sei mia figlia». Augusto Nureña (Ramfis) y Marisu Pavón (sacerdotisa de Pfath) estuvieron perfectos en sus cometidos, cumpliendo adecuadamente con sus roles.


En conjunto, este segundo elenco del Teatro Argentino de La Plata logró una interpretación de “Aida” que resaltó la madurez y la excelencia de la música de Verdi, con actuaciones individuales y grupales que merecen reconocimiento. A pesar de que la producción no logra capturar completamente la grandiosidad y la monumentalidad que la obra podría inspirar, la calidad de las interpretaciones y la interacción entre los protagonistas ofrecieron una experiencia teatral y musical que merece ser celebrada y aplaudida.

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