HOMO ARGENTUM (Argentina, 2025). Dirección: Mariano Cohn y Gastón Duprat. Guion: Andrés Duprat, Mariano Cohn y Gastón Duprat. Duración: 98 minutos. Intérpretes: Guillermo Francella, Eva de Dominici, Milo J, Migue Granados, Clara Kovacic, Vanesa González. Nuestra calificación: buena.
Homo Argentum, de Mariano Cohn y Gastón Duprat, se vende como “la gran radiografía de la argentinidad” pero termina siendo más bien el catálogo anual de chivos más completos del cine nacional. Dieciséis viñetas para que Guillermo Francella demuestre que puede ser hincha de fútbol, político de sonrisa petrificada, cura de pueblo, turista ingenuo, miserable encantador y miserable insoportable… todo en menos de dos horas y con más cambios de look que Susana en una temporada de teatro.
Francella, eso sí, es un camaleón de lujo: gestos medidos, posturas cambiantes, miradas que pasan de pícaro a verdugo en dos segundos. A ratos uno olvida que es el mismo actor… hasta que habla y su voz inconfundible lo delata, pero no importa: él carga la película como un Hércules con peluca.
El problema es que el guion no acompaña: hay historias que se sostienen sobre un chiste que se agota antes del segundo sorbo de gaseosa, y otras cuyo final se ve venir como la lluvia un 25 de mayo. Los mejores episodios —“Noche de suerte” y “El auto de mis sueños”— son pequeñas joyas: ironía bien afilada, remate que sorprende y pulso narrativo sólido. Pero el resto oscila entre sketch de domingo a la noche y zapping de canal de cable barato.
Y la sátira… bueno, esa que prometía morder lo hace con dentadura postiza. En lugar de bisturí, cuchara de postre. Incomodar al espectador parece haber sido un riesgo innecesario; mejor invitarlo a reírse un poco de sí mismo, pero sin arrugar el traje. Entre escena y escena, desfila un festival de product placement: autos que brillan más que la trama, gaseosas que burbujean más que el humor, celulares de última generación que actúan mejor que algunos secundarios, y bancos que “acompañan al cliente” como suegra en luna de miel. Uno sospecha que el orden de trabajo fue: primero la lista de sponsors, después el guion.
El Dr. Merengue no se calla: “Esto no es I Mostri, esto es I Chivos. Francella hace malabares, cambia de cara, de peluca y hasta de estatura, pero cuando el guion no acompaña, la proeza es puro ejercicio de estilo. Se ríe uno, sí, se incomoda de vez en cuando, pero la ironía es tibia y el filo de plástico. Esto es sátira para que la publicidad no se enoje”.
En el fondo, Homo Argentum es un espejo domesticado. Nos muestra lo que somos, pero con filtro ‘apto para todo público y sponsors’. Tiene momentos disfrutables, sí, y Francella brilla como siempre, pero el conjunto es irregular y complaciente. Es un choripán gourmet: pinta elegante, sabor correcto, precio inflado… y esa sensación de que lo pagaste más por el envoltorio que por la carne. El crítico tradicional aplaude a Francella; el Dr. Merengue paga la cuenta y se va mascullando: “La próxima, menos gaseosa y más mordida”.